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El hombre que rompía las bolsas

(Pinche)
Me ahogo un poco con cada bolsa encontrada, se me enrolla la lengua hacia atrás cada vez que se callan sus voces, me aparecen moretones en la carne con cada golpe, con cada bombacha rota, con cada ropa quemada, con cada celular apagado.

Cerrá los ojos. Es tu hijita la que no volvió a casa. Cerrá los ojos, es tu hermana la que no contesta el teléfono. Cerrá los ojos, es la mujer de tu vida la que desapareció.
Por favor, no nos acostumbremos a esto, por favor, A ESTO NO.
No hay pollera demasiado corta, no hay escote lo suficientemente profundo, no hay actitud desafiante que justifique que me pongas un dedo encima.
Nos están drogando, subiendo a autos, llevando lejos, atando, golpeando, desnudando, violando, vendiendo. Y parece algo normal. Nos vamos a acostumbrar a esto como nos acostumbramos a todo lo demás? Por favor, díganme que somos algo más que eso. Díganme que valemos más que una bolsa de consorcio, dos sogas y 15 minutos en televisión. Díganme que valgo más que los 200 pesos que pagaría un tipo por acostarse conmigo en contra de mi voluntad. Díganme que puedo caminar por la calle sin miedo, díganme que la noche no es sinónimo de muerte, díganme que alguien nos va a defender.

Queremos ser iguales, queremos tener las mismas posibilidades, queremos poder elegir. Pero no podemos tener la misma fuerza física que ustedes. Si nos ponen una mano encima, nos duermen, si nos agarran del cuello, nos quiebran; si se lo proponen… nos matan.

El cliché de “puede ser tu novia, tu hija, tu hermana, tu mamá…” es tan real que da asco. Soy la novia, la hija, la hermana y la mamá de alguien. Nada justifica que pienses que podés hacer conmigo lo que quieras: NI SIQUIERA SI SOY TU NOVIA, TU HIJA, TU HERMANA o TU MAMÁ.
Ni siquiera si realmente en tu enferma cabeza crees que me lo busqué.
La última vez que un hombre me pegó, lo miré dormir con tal odio que pensé que se le iba a cortar la respiración. Dirán que pude haberme ido de su casa después de que me pegó. No, no pude. Y no fue porque tuviera miedo de sus amenazas, fue porque estoy tan jodidamente rota de la cabeza que quise volverlo loco, quise que supiera lo que era necesitar escapar desesperadamente de un lugar.
Trabó la puerta con llave y se acostó, gritándome que fuera a acostarme con él.
Me quedé parada temblando en el living, pensando que tampoco había sido para tanto, que unos sacudones y una patada desde atrás no eran violencia, que había sido un arranque, que en realidad caí al piso porque me había resbalado, porque él era incapaz de hacerme mal.
Pero de pronto algo se adueñó de mi, cerré los ojos fuerte, y tratando de no llorar… pensé en mis papás. Fue inevitable que la cabeza no se me destrozara, sentir pena por ellos y sentir pena por mí.
“No me enseñaron a callarme. No me enseñaron a darme por vencida. No me enseñaron a perder.”
Entonces decidí meterme en la camita del hijo de puta dando por iniciado el proceso del final. Lo miré dormir deseándole todo tipo de males, enfermedades, desastres, ruinas y muertes dolorosas… pero no lo toqué. Decidí que le iba a ganar con la mente. Y lo logré.
Jugué el juego perverso de un hombre violento y enfermo, y gané. Unos meses más tarde, él me dejó, entre lágrimas, diciendo que me amaba pero que no me soportaba más.
Lo enloquecí.
Recuerdo salir de su casa con miedo a que se arrepintiera, pero con una sensación de triunfo que jamás en mi vida volví a sentir. Acababa de ganar un bonus para mi propia vida.
Y me jacto de eso?
Qué imbécil. Me jacto de haber sido más viva que él, porque en algún lugar, soy tan lamentable como todos ustedes, porque sigo creyendo que eso era lo que me tenía que pasar.
Pues no. No hacían falta los insultos, los empujones, las amenazas, las persecuciones, los sacudones, la tirada de pelos, la patada. No hacía falta que fueras tan jodidamente hijo de puta, y quiero que sepas que todavía te deseo una vida de mierda y una muerte lo más dolorosa posible. Quiero que sepas que jamás me curé de vos, y que como miles y miles de mujeres, sigo creyendo que si digo algo  fuera de lugar todavía puedo recibir un golpe, un grito, un insulto, una patada más.

Cierro los ojos, quiero al hombre más bueno del mundo al lado mio. Quiero que ese hombre me toque el pelo, me abrace fuerte, me bese despacio, me diga que me quiere para siempre y que nada de lo que yo diga puede provocar ningún incendio en mi propia piel. Quiero que ese hombre abrace a cada una de las chicas que aparecieron en una bolsa negra. Quiero que sea el que las vuelva a vestir, el que las acompañe por los callejones oscuros, el que les devuelva el calor a sus cuerpos fríos. Quiero que sea él quien rompa las bolsas para siempre. Quiero que ese hombre les devuelva la vida a las chicas de las bolsas.
Quiero que ese hombre sonría cuando las vea pasar hermosas con sus polleras cortas y maquilladas, quiero que sea el que agradezca la belleza del cuerpo ajeno, quiero que respete la vida, quiero que sea él quien cure las heridas.
Existe ese hombre?
Ese hombre podés ser vos.
Ayudanos a no tener miedo a vivir nuestra propia vida, ayudanos a ponernos la ropa que nos gusta, a ir a los lugares que queremos ir, a salir a la hora que necesitamos salir.
Ayudanos a no salir en una bolsa en los diarios.

Buscamos hombres como vos para volver a empezar. Porque no somos la carne de nadie, porque no queremos que pagues por nosotras y porque no queremos sangrar por vos.
Por eso te pedimos que nos cuides un poco más, nos abraces un ratito más, nos acompañes un poco más.

Las mujeres no somos propiedad de nadie.
Somos lo que queremos ser, y las que queremos ser.
No permitamos que nos disminuyan, que nos desaparezcan.
Por favor, no nos acostumbremos.

Ni una menos.

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No sabés dormir en 67

(Pinche)
Luego de algunos meses de experiencia en el 767-300, varios desastres y algunas risas después… me traigo la muestra demográfica guardadita en un frasco y se las suelto por acá, porque hay mucha intriga, algunos secretos y varios mitos que hay que hacer caer.
Para aquellos que no lo han volado ni visto, el 767 es un avión de dos pasillos, traído al mundo por papá Boeing. Tiene una Bussiness Class, 2 baños adelante, cuatro baños atrás, dos galleys, un cockpit y dos alas. Espero que todos los aerotrastornados se sientan satisfechos con estas descripciones, porque es todo lo que voy a decir al respecto.
Lo mío es otra cosa.

Son 9 horas de vuelo, despegamos de Buenos Aires alrededor de las 12 de la noche y llegamos a Miami a las 9 de la mañana, una hora menos o dos de acuerdo al horario local y la época del año.
Apenas subimos al avión, chequeamos el equipo de emergencia cada uno en su zona correspondiente. Adelante van 2 comandantes y un primer oficial, la jefa y tres tripulantes, en el galley de atrás, 4 tripulantes más. Para aquél que no sepa, la cantidad de tripulantes mínima que requiere un avión está dada por la cantidad de pasajeros que lleve el mismo. Y la cantidad de pasajeros que puede llevar un avión se da por la cantidad de salidas de emergencia que tenga, dado que la ecuación tiene que ver con el tiempo que se tarda en evacuar ese mismo avión por todas sus salidas en el caso de que hubiera un fuego. El tiempo es siempre el mismo: 90 segundos, que es cuando el humo se vuelve tóxico, dicho esto, si tenés 90 segundos y 6 salidas, podrás tener tantos pasajeros, si tenés 90 segundos y 8 salidas podrás tener más, y así sucesivamente… cuántas más salidas más pax, no esperen que les haga las cuentas. Soy azafata.
Cuestión que subo al avión y voy de 6. “Ir de seis”, lo que es igual a estar atrás, a la derecha, al lado de una puerta enorme que se abre de una manera rarísima y que cada vez que tengo que armar y desarmar, me pongo a invocar la sabiduría de todos los dioses egipcios, no sea cosa que en vez de desarmarla, la abra, y termine vendiendo panchos en la plaza Constitución, con los dos galguitos para dar lástima.
El embarque del vuelo a Miami podría ser perfectamente un test neurológico para poner a prueba hasta dónde sos capaz de soportar. Estadísticamente, las familias más gedientas siempre están separadas de sus parejas e hijos, los señores mayores más malaonda siempre están en ese lugar clave que necesitás cambiar por otro para solucionar 7 problemas, y los del sueño frágil siempre están ubicados al lado del baño, no pudiendo conciliar el sueño jamás y reclamando todo tipo de atenciones especiales. El embarque es un tetris que no siempre sale bien, algunos terminan agradecidos, sonriendo cada vez que te ven pasar porque hiciste de todo para que pudieran sentarse y franelear con el novio durante 9 horas, y algunos te mirarán con odio porque NO HICISTE NADA para lograr que a les hicieran upgrade a bussiness a los dos junto con el bebé de 4 meses.
“NO ME ENTRA LA VALIJA” “NO HAY LUGAR” “ME SIENTO EN EL 24 POR QUÉ TENGO QUE LLEVAR LA VALIJA AL 30?” ” ME TRAÉS UN VASO DE AGUA PARA UNA PASTILLA” “PUEDO PASAR AL BAÑO?” “ME CALENTÁS LA LECHE?” “ESTOY SEPARADA DE MI MARIDO” “MI NENE QUERÍA VENTANA” “ABAJO ME DIJERON QUE ERA PASILLO” “PEDI COMIDA VEGETARIANA” “CÓMO FUNCIONA LA PANTALLA?” “LA PANTALLA DE MI HIJO NO FUNCIONA” “ME TRAES UNOS AURICULARES NUEVOS?” “PUEDO ENTRAR YERBA A MIAMI?” “NECESITO UNA CUNA” “QUÉ HAY DE COMER?” “USTEDES SE QUEDAN EN MIAMI? QUÉ VIDA EHHH!”
Eso ocurre en menos de veinte minutos, multiplicado por 200 personas, y nosotras somos 4 atrás.
Lobotomía se debería llamar en vez de embarque.

Entonces despegamos. La pista es larga, no como en aeroparque, y el avión es pesado pero firme, no hace ruidos, no se destartala, no crujen las puertas. Se siente un poco más cálido, ocuro, calentito y cómodo.
(Juliet si estás leyendo, te quiero, no hagas caso, mua, mua)
Es un lindo avión, es muy cómodo para trabajar y visualmente, por su iluminación y sus colores (asientos, alfombras, paneles) es como tranquilizante. A mí me gusta mucho, pero, aun así siempre tengo una pila en el ojete cada vez que lo vuelo. Todavía es una novedad, todavía le descubro cosas, lo observo, lo examino, lo descubro.
Buenos Aires se ve iluminada y chiquitita, hermosa, como siempre. Tenemos la nariz arriba y una de las chicas se para y pone a calentar las comidas de los hornos, que son casi 190 cuando está completo el vuelo. Se sienta la chica y todas hablan de algo que seguramente desconozco, pero igual escucho, aunque esté pensando en 15 mil cosas al mismo tiempo. De vez en cuando alguna me pregunta, vos sos la del blog? Y a mí me da vergüenza un poco ser “la del blog”, y digo que sí con cara de pelotuda y alguna otra hace algún comentario, y nos reímos de alguna cosa y la vergüenza queda atrás y todo se vuelve natural.
Sacan los carteles y nos paramos, junto con 30 o 40 pasajeros que deciden que es buen momento para bajar su valija, ir al baño, tocar el timbre o pedir algo para tomar en el galley.
La 8 y la 9 se van a la cabina a entregar la documentación, la 7 y yo armamos los cuatro carros que saldrán a la cabina, con dos gavetas con gaseosas, jugos y vinos. Sacamos las comidas del horno que están hirviendo, con unos guantes que son una verdadera garcha atómica y además de  ser 27 talles más y hacer que hagas todo con torpeza, dejan pasar el calor quemándote hasta los pelos del orto que gracias a depilife ya no tengo.
Mientras cargo una gaveta con 8 carnes y 8 pastas, en la cola del baño, además de estar mirándote el culo cuando te agachás, te están toqueteando el carro. POR DIOS NO ME TOQUETIES EL CARRO!!!! Cosa que me pone nerviosa que agarren el vasito y se sirvan la bebida sin preguntar. Por qué? No sé, no tiene explicación. Pero POR FAVOR no me podes dar un minutito que ya salimos? No, no puede, evidentemente nadie leyó el libro de Peña en el que recomendaba subir con una botellita de agüita para aguantar esos momentos… así que ahí los tengo a todos, OPEN BAR.
Terminamos de armar los carros y salimos a cabina. Los que estaban dormidos se despiertan, las mujeres codean a los maridos, las mamás bajan las bandejitas de los nenes, se escuchan comentarios tales como “Hay vino, hay vinoo!” y yo me empiezo a reír. Personalmente, disfruto esta parte. Soy la que más tarda en hacer el servicio, porque siempre me quedo hablando con alguien, no lo puedo evitar. Como en todos lados, disfruto de las cosas que nos hace humanos… y todas esas preguntas que enumeré anteriormente y que ustedes pensarán que me ponen de mal humor, no lo hacen en absoluto. Me gusta cuando la gente es gente. Me gusta que tengamos tantas cosas en común y que siempre en todos los vuelos las situaciones se repitan… así como me gusta cuando alguien te cae con algo que no habías escuchado jamás y que te hace estallar en su cara sin poder disimular.
Hay pocas cosas que me ponen de mal humor, una de ellas es el maltrato, la cara de ojete; entregar una bandeja con un “Buenas Noches señor, cómo le va? Qué le gustaría comer, qué le gustaría tomar?” y con cara de orto recibo un “Coca Cola”, como si yo fuera la última esclava en el universo y estuviera en este mundo nada más que para molestarlo con mis incómodas preguntas mientras él mira su película, DISCULPAME QUE TE INTERRUMPA LA CONCHA BIEN DE MI MADRE, SE ME OCURRIÓ VENIR A MOLESTARTE TRAYÉNDOTE COMIDA Y BEBIDA.
Pero no digo nada, le dejo su coca cola y le pongo más onda al que esté sentado al lado de él, así se siente muy miserable por haber tratado mal a una pobre chica con las manos llenas de jugo de ragout de carne.
Los nenes duermen. Señora, dejo las bandejas de los nenes? Sisi, dejalas, ahora se despiertan. Perfecto. Les dejo algo de tomar? Si, dejales una coca cola y un jugo de naranja a cada uno y para mí por favor un vino tinto, una coca cola y un agua. Tenés café? Yo la miro atónita. Señora se le va a caer todo. Le traigo más tarde el café, usted coma tranquila ahora. Se ríe la señora, ay sisi, es que tengo sed.
La quiero.
Salgo a servir café y retirar las bandejas. El malaonda pide coca cola y como no tengo en el carro, me fulmina con los ojos de odio. La señora insiste en dejar la comida de los nenes, son las 2 menos cuarto de la mañana, los chicos roncan. las bebidas están intactas. En el camino entre la fila 27 y la 40, algunos viejitos me preguntan cómo poner una peli, les enseño a manejar el control remoto, y después de 5 o 6 fallidos, los miro de lejos cómo le dan play a algunas pelis de acción, ellos ahí, todos viejitos, con sus anteojos de marcos grandes, los auriculares, tapados con la manta y mirando Skyfall. La señora al lado no pega una y él le explica un poco ofuscado AY MARTA COMO PUEDE SER QUE NO ENTIENDAS.
A mí se me caen las lágrimas, lo juro. Me limpio y una nena parada en el asiento hace un berrinche por algo que desconozco. A los gritos pelados, llora y patalea ante las ojeras desahuciadas de sus pobres padres que no dan más. Le doy unos chocolates, la calman 32 segundos, los padres me agradecen y vuelven a suspirar. En el asiento de atrás, un tipo revolea los ojos en desaprobación y mira para cambiar de asiento. Me temo que no conseguirá nada mejor. Ya todos los vivos ocuparon los asientos de los pasillos, asegurándose de que el asiento libre a su lado tenga su campera y mochila, en cuanto termine de retirar, se acostarán y nadie podrá quitarles ese premio.
Me encuentro con una pareja con un bebé que está muy tranquilo y duerme bastante. Es chiquito y muy rubio, no puedo verlo despierto, aunque tengo ganas.
Termino el servicio, juntamos todo, guardamos los carros, ordenamos, cenamos las 4 juntas y empiezan los períodos de descanso de aproximadamente dos horas. En la fila 39 y 40 hay 4 asientos reservados para la tripulación. Después del despegue serán cubiertos por unas cortinas para ser utilizados en dos turnos.
Me toca el primer turno, me lavo los dientes, me pongo el saco de descanso, agarro unos antifaces, el ipod, y unas almohadas. Me meto en el cuartito. Estiro los pies en un dispositivo inventado que hace que el asiento se alargue UN POCO. No está mal, pienso. Reclino el asiento, me pongo una almohada atrás, en la cintura, me tapo con el plumón, acomodo otra almohada abajo de la cabeza, me pongo los antifaces en la cabeza, enciendo el ipod, busco un disco de Lana del Rey. Mi compañero, que está dormido hace 5 minutos al lado mío se despierta, me mira y me dice VES QUE NO SABÉS DORMIR EN 67!
Yo me rio. Qué quiere decir eso?
AY NENA! Tenés dos horas, dejate de romper los huevos, tapate, cerrá los ojos y DOR MI TE.
Así que obedezco. Cierro los ojos. Pero no me duermo, porque estoy tan cómoda, y el avión es tan lindo, y tengo olor a ragout de carne en los dedos, y no me quiero soltar el pelo porque si me lo suelto después no me voy a poder peinar… pero me tira… me lo suelto despacito sin que mi compañero se de cuenta de que sigo despierta. Quiero abrir la ventanilla y mirar la luna, quiero saber por dónde estamos pasando, quiero ver si abajo hay tierra o agua, qué lindo canta Lana, estoy calentita, me duermo. Y a la media hora me despiertan… se acabó mi turno de descanso. Salgo del cuartito ante los ojos horrorizados de los pasajeros, estoy despeinada, con la pollera medio baja y la marca del antifaz. El segundo turno entra a descansar y mi compañero y yo nos sentamos a despabilarnos. No queda otra que tomar té y charlar. Los pasajeros duermen casi todos, Pasamos dos horas hablando, sirviendo algunos vasos de agua y preparando los carros para el próximo servicio. Cuando terminamos, despertamos a los que estaban durmiendo y salimos a hacer el desayuno. Encendemos la luz. La gente no entiende nada… son las 6 y pico de la mañana… comieron hace 4 horas… no tienen hambre. Pero igual se despiertan todos y bajan la mesita: nadie se lo quiere perder.
La peor parte del desayuno es el aliento. Nadie lo contiene, te bostezan en la cara, te susurran, te asesinan. Yo siento mucha pena por mi misma, pero intento contener la respiración y continuar siendo amable. Estoy muerta de sueño, un poco despeinaba, maquillada arriba de un maquillaje corrido, y explotada de presurización. La gente pide bebidas que no tengo en el carro, pide documentación, biromes, información acerca de taxis, traslados, hoteles, clima, shoppings, outlets y alquiler de autos. Yo no tengo idea de qué me hablan, señora soy de Monserrat.
El bebé rubio se despertó. Me pareció ver a su papá paseándolo a la madrugada por la cabina ahora que recuerdo. Tiene casi un año pero parece de menos de 6 meses, es muy blanquito, tiene los ojos transparentemente celestes y sonríe como un niño mucho mayor. Sus ojos me dicen que es más grande de lo que parece. Le tiro los brazos y se viene conmigo, me mira la boca, me toca la cara, su mamá sonríe y se le ponen los ojos brillosos. Mientras lo sostengo, puedo notar que tiene las costillitas extremadamente chiquitas y frágiles, lo mismo sus brazos y sus piernas. Miro a los papás y entiendo, también me dan ganas de llorar. Creo que él me ama, y yo también lo amo a él. Y mientras todos los demás pasajeros se enojan un poco porque tardo y no les llevo su café… yo disfruto de los ojos traslúcidos de un chiquitito que estoy segura de que vino para enseñar.
Se lo devuelvo a sus papás y termino de entregar el desayuno. Retiro las bandejas, repito el café, guardo los carros y lo vuelvo a buscar. Me lo llevo por la cabina, paseando orgullosa los ojos y las pestañas de uno de los bebés más lindos que he visto en mi vida. Se lo vé feliz, saluda a la gente con la mano y en un momento me dice “mamá”. Volvemos y felicito a los padres por los ojos más hermosos y expresivos que he visto jamás… y lloramos un poco los tres, hasta que me tengo que ir porque no doy más, mientras me paran  7 personas para preguntarme si pueden comprar algo en el carro de ventas a bordo, si encontré por casualidad una zapatilla, si puedo traer más jugo, dónde reclaman que su asiento reclinaba muy poco y hasta cuándo me quedo en Miami.

Empieza el descenso y el sueño parece venir todo junto, un cansancio fuera de lo común se hace presente y solo sueño con cerrar las cortinas de la habitación y meterme en la cama. Qué me importa Miami, qué me importa la playa, qué me importan las compras y el sol.
Me saco el uniforme cerca de las 10 de la mañana, cierro los ojos, y lo último que veo son los ojitos transparentes, me duermo pensando que él fue mi pasajero preferido de hoy.

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Mayday

(Pinche)
Tuve que obligarme a mí misma a sentarme enfrente de la computadora y abrir el blog.
Lo tengo abandonado, lo sé. Desconozco la razón. Quizás sea un poco culpa de twitter, quizás algo cambió. Quizás algo volvió a cambiar, ¿o no es eso acaso lo que hacemos permanentemente?
Estuve ausente intentando reinventar este universo blanco y negro a partir de la cantidad de sorpresas de colores que me encuentro cada vez que abro la puerta del avión y bajo las escaleras.
Todo se ha convertido en un caos que se escapó absolutamente de mi control. Pareciera como si el único lugar previsible y seguro fuera el galley; esta semana, cuando me quedaba sola sentada en el jumpseat, cerraba los ojos y respiraba como si solamente ahí, en ese momento, estuviera a salvo de mí misma y de los demás.

Como sabrán, Vento se quedó a vivir en casa. Los vecinos se quejan porque aúlla cuando se queda solo, sublevando a los demás perros del edificio y organizando un coro canino a altas horas de la madrugada. Fuera de su actividad coral, sus heridas cerraron finalmente y empezamos el tratamiento del sticker, un tumor venéreo transferible que apareció de regalo. Hoy tenemos la última sesión de quimioterapia, si todo sale bien, el tumor desaparecerá y podremos empezar con la vida normal.

Qué sería eso?

En mi heladera los quesos se ponen verdes, las mayonesas en sobrecitos se vencen, las mantas de los sillones son bollos, la ropa para lavar se derrite esperando su turno. En mi cama: arrugas, pelos, manchas, piedritas cuando metés los pies; en el piso pelusas, en la pared humedad, en la televisión series, en el baño perfumes, en las valijas cables, en las sillas ropa, en el ambiente música, en la bacha platos, en el aire moscas.
Tres cosas no faltan jamás en esta casa: animales, té y descontrol.
No vengas si estás buscando algo que no esté en la lista.
¿Qué hora es?¿En qué día estamos?¿Qué mierda tenía que hacer hoy? Si no está anotado, probablemente lo olvide, y si está anotado, llegaré tarde.
Tengo los ojos borroneados del vuelo de anoche, los ovarios pidiendo droga y la cabeza buscando el OFF.
Ayer Vento mordió a Ade antes de que me fuera a volar. Escuché unos gruñidos mientras estaba en el baño y de pronto un grito agudo de dolor de Ade. La encontré con la oreja sangrando parada en el living, a los gritos, con la cola entre las patas y mirándome fijo a los ojos como diciendo “mirá cómo me mordió”.
Después de limpiarla me encargué de Vento, una de las cosas más horribles que me ha tocado hacer. Odio retar a los animales, porque les pongo voces, porque interpreto sus miradas como palabras… y al retarlos, entiendo que sus ojitos están arrepentidos y que sienten miedo. Me resulta inevitable que ese miedo no se me transfiera y me sienta un poco abandonada y cagada a pedos yo misma. Maldita sensibilidad animal, me duele más que a ellos, lo puedo asegurar. A los 15 minutos Vento saltaba pidiendo comida y yo, 4 horas después, en Tucumán, todavía tenía los ojos llorosos por haberlo retado.
Soy una imbécil, lo sé.

Ahora estamos en paz. Descongelé dos panes en el microondas y les metí queso y mermelada, me hice un té y me senté a escribir. Ellos dos duermen esperando su turno para pasear y los panes se endurecen mientras les cuento lo que estuve haciendo, se petrifican, los mastico como si mis dientes fueran a partirse, pero me da igual. Cuanto más inmunda sea la comida es mejor, no sé comer, jamás pude aprender.
Cuando tenía 19 años, me fui a vivir a un departamento en Once, sobre la calle Jujuy. Trabajaba en Unicenter y estudiaba en Cuidad Universitaria. Me levantaba a las 5.30 para llegar a las 7 al pabellón. De ahí al trabajo, y a las 22 cuando salía me tomaba el 71 en Panamericana y me bajaba en Plaza Once. Estaba a cinco cuadras de mi casa, entraba a un Ugi´s, pedía una pizza grande y me compraba una coca de 500 en el kiosco. Entraba a casa, le daba de comer a Leia, mi gata, y me sacaba la ropa. Con la pizza arriba de las piernas en la cama, miraba televisión.
Me despertaba a las 5,30 del día siguiente, pateaba la caja con la media pizza adentro, apagaba el televisor y me metía en la ducha.

No todas nacemos azafatas, ¿saben?

Por supuesto que dejé la universidad, también dejé el trabajo de Unicenter, adopté más animales, me mudé, y empecé a tomar coca light.
La pizza sigue intacta, que nadie se atreva a quitármela. Fue mi único héroe en este lío.

Ahora los dejo con los próximos escritos, les deseo un bello día y los beso por todos lados, porque los quiero.
Soy Xuxa.