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Royals

El público bizarro de este blog es muy bizarro. (pinche)
No se ofendan, son bizarros, todos LO SOMOS. Hay una yunta acá que por momentos me hace pensar si estoy haciendo las cosas bien. Es como en los comienzos de Turf o Miranda! tenían una música hermosa pero el público que los eligió cagó todo: rolingas y nenas de 13 años, imposible asistir a ninguno de sus recitales. Acá estamos en lo mismo, yo decido empezar un blog en el año 2009 y me cae este público: Ustedes. Y yo año 2013 termino de aceptar que ya nada podré hacer al respecto, porque somos unos geeks. LO SOMOS. Religión de avión, fotos de aviones, upgrades, la comidita que da tal aerolínea es buena, que la de tal otra es mejor, aeropuertos, embarques, millas, pelis a bordo, valijas, secretos de viajeros, fotos de un punto minúsculo en el aire con dos alas y ustedes saben QUÉ MATRÍCULA TIENE. Dejémonos de joder, mis queridos aerotrastornados, tienen un chifle de aquellos.
Después tenemos a los compañeros de trabajo: UY. Las nenas conchaseca, las lindas taradas, las limadas de tantos años de vuelo, los trolos, las trolas, los fiesteros, los hetero-flexibles, los chongos que se horrorizan ante la palabra azafato, los que hacen horas para piloto, los pilotos que solo encuentran un minuto de paz en esta página negra con letras blancas, LOS FAMILARES DE LOS TRIPULANTES, los otros sectores de la empresa; que nos odian de manera explosiva pero les cabe el FBO, los colgados que caen del facebook y no tienen ni idea quién soy hoy pero saben que publico imbecilidades de vez en cuando, el clan stalker, los que trajo el Hangar Games y se quedaron para odiarme nomás: a presenciar el momento en el que vuelva a insultar al gobierno para ofenderse, los tripulantes de las otras aerolíneas: encontrando similitudes a cada paso, los que quieren ser tripulantes y van descubriendo el mundo de la aviación, los que buscan una foto en google y por algún motivo les aparece el link de for bitching, los maridos de alguien que alguna vez nombró este blog, la mujer que me hace las tazas más truchas del planeta tierra, recuerden no meterlas en lavavajillas, gracias.
Somos bizarros, somos una fauna especial. Los que volamos, los que jamás han volado, los que mueren por hacerlo, los que están aprendiendo cómo es.

Y yo, que de a poco fui aceptando que tengo este público que me tocó, les digo: LOS AMO. Los amo como Xuxa a los bajitos, así con lágrimas de emoción en los ojos y todo, como cuando los Ramones venían a Argentina y no podían creer que todo fuera tan loco, que les gritaran en la puerta de los hoteles y persiguieran sus camionetas. Los amo como a Martín Palermo. Los amo como Adela ama que le haga bailes étnicos, como amo las milanesas, como Jessica Cirio a Insaurralde. Los amo como ustedes aman esconder el teléfono encendido y seguir chateando cuando yo chequeo cabina, los amo como a la devolución de ganancias de este maldito plan para destruirnos, los amo como a mi Bravo Sierra Juliet, como a mis historias, como al cuarto de libra con queso y la fanta limón.

Antes de sacar ese bendito libro a la calle quería decirles esto: HEMOS CREADO ALGO, ustedes y yo, los geeks del avión.
Lo hemos creado entre los recuerdos de nuestras épocas mozas, la desprolijidad de no saber cómo vivir la vida, la improvisación que se desprende de no tener la vaca atada, de saber que mañana todo puede morir, que no tenemos nada por seguro y que, por más que huyamos, no hay adonde ir.
Lo hemos creado de las cenizas de un fénix, lo hemos creado a partir del dolor, de nuestra frustración, de los miedos que nos persiguen, nuestros fracasos y nuestras preciosas canciones internas.
Lo hemos creado porque nos hacía falta, a ustedes y a mí.
Hicimos este claro en el bosque y dijimos PAREMOS UN POQUITO.
Lo hemos creado a partir de descubrir que la tercer falange nos molesta en el orto.
Lo hemos creado al decir BASTA YA.
Estoy segura de que, de a poco, a través de letras, lágrimas y ataques de risa, vamos encontrando nuestra realidad. El concepto siempre fue el mismo, buscar la verdad, escaparle a los mandatos, encontrar la libertad.
Y lo estamos haciendo, ustedes y yo.
Lo estamos haciendo, de a poco, día a día.
Gracias por dejarme entrar, gracias por derribar los ladrillos de la pared, por enseñarme a escribir para ustedes, por darme confianza y dejarme volar. Gracias por ponerle imágenes a las palabras, por cerrar los ojos y permitirse sentir, no habría letras ni palabras, no habría hojas ni libro, no habría for bitching, no habría religión de avión. No la habría sin ustedes, no.

Es por eso que, mis queridos bitxes, dejaré mi piel porque valga la pena la inversión de tiempo que han puesto aquí. Intentaré no decepcionar y estar a la altura de lo que hemos creado, de lo que hemos inventado, de lo que ustedes exprimieron de mí.
Porque gracias a esto, logré ser un poco más libre, y todo es un poco más bello, un poco como una canción de Pulp.
Y no creo haber aspirado a nada mejor en la vida que a eso.
Gracias por creer y crear.
Gracias por ser parte del For Bitching Only.

puerta
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Qué lujo.

Pinche.

Acabo de llegar de una posta y miro el rol. Mañana me voy de posta de nuevo.
Mi plan de vuelo es un campo minado de madrugones, dobletes, tripletes, postas y aterrizajes a cualquier hora.
No sé por qué al vuelo que tiene dos tramos le decimos SIMPLE, al que tiene cuatro tramos DOBLETE y al que tiene tres tramos TRIPLE.
En qué cabeza cabe que el simple tenga 2, el triple tenga 3 y el doble tenga 4? Somos tarados?
Acaso nos bajamos más cansados del triple que del doble?
Acaso en el triple nos confundimos más las botellas que en el doble?
Porque yo recuerdo perfectamente que me pidan bebidas en el tercer tramo y que mi mano sobrevuele las cabezas de las botellas tratando de entender qué es un agua con gas, para qué sirve, qué color y que forma tiene porque todo es un poco confuso.
La mano intenta adivinar, cuál mago de segunda mano de avenida 3 de Gesell, cuál de todos esos picos es en realidad el que estamos buscando.Quizás ninguno, quizás en realidad esto es todo una mala jugada del destino y no me quedan 10 filas por servir, más una pasada más y la recogida, más EL ÚLTIMO TRAMO.
Quizás ustedes, señores pasajeros puedan leer en mis ojos de ríos sanguíneos que no he dormido en siglos, y que las medias me aprietan, los pies me laten y mis manos no responden a las órdenes de mi cerebro. Es por eso que le vuelco el jugo, es por eso que le sirvo coca cuando pide sprite, es por eso que le pregunto TRES veces lo que va a tomar porque NO LO ESCUCHO.
La presurización lo vuelve a uno absolutamente imbécil. Es por eso que somos adictos a este trabajo, acá arriba estamos todos tan tarados que está buenísimo porque no se nota. Hasta parecemos ingeniosos e inteligentes. Hasta creemos que lo somos! Pero no.
Vengo de un mes de cuatro postas, de muchas noches fuera de casa, de camas hechas perfectamemente, inodoros limpios y pisos lustrosos. Llego a casa anoche y me corto el pie con un vidrio de un vaso que rompí, qué se yo, el año pasado. Creí haber barrido. Pero barrí como el orto, porque seguro estaba maldormida y entre vuelos. Las piedras de los gatos huelen a cementerio anal y las colchas de los sillones son una pelota de arrugas y pelos. Mis animales están aprendiendo a hablar creo yo: “Comiiiida! Paseeeeo!” Pobre gente.
Platos sin lavar, las mismas sábanas hace casi dos meses, tuppers con chorizos con pitufos bajo los hongos, azulejos del baño con seres amigables a la altura de mis rodillas.
Necesito una vida.
O mudarme.

Esta mañana, en mi presuriconfusión casi levanto el teléfono y marco el 0 para preguntar qué hora era.
Anoche atiendo el portero al delivery y le digo mi nombre como si fuera un interphone. El flaco no contesta, se queda unos segundos en silencio y al rato, calculo que rascándose la cabeza confundido, me suelta un tímido “pisería”.

Desarmar el carry de las postas? Para qué? Saco las dos bombachas sucias y le meto dos nuevas. Total? Si no repito tripulación puedo repetir la ropa, la verdad es que nadie se va a enterar porque ya después de 5 años de vuelo no me saco fotos en las postas que delaten el outfit.
Llevo mi propia taza, mis tés verdes, mi cereales de frutillas, mi libro, mis escritos y toda mi medicación. Si tuviera el vibrador y los bichos ya casi casi sería como estar en casa.

Vuelvo a salir, cierro la puerta de casa con los ojos casi cerrados gritándole a los culins que se porten bien, que se cuiden unos a otros y que no destrocen. Para qué lo hago? No sé; al volver habrán vomitado pedazos verdes de las plantas que mastican. Habrán arrastrado el orto con ese pedacito de soretito colgante de un pelo que siempre les queda, y me habrán dejado un camino marrón verdoso por la mesa del living, la colcha de mi cama o el piso del hall de entrada. Vaya Embajada tienes mujer. Mis animales son bien de Monserrat, Adela mete la cabeza adentro del lavarropas y me roba medias y bombachas para llevarse a la cama a hacerle compañia porque me extraña. Cuando vuelvo, la casa es un reguero de ropa íntima como si alguien hubiera hecho un strip tease, y ahí está ella, con cara de yonofuí y su lengüita de placer, masticando el aire de felicidad y golpeando la cola contra el colchón mientras larga dos gotitas de meo al aire con la pata levantada. Gloria a los culinos.
Cierro la puerta y bajo la escalera, vuelvo en unos días, espero que me casa siga acá, todavía no la terminé de pagar. También tengo otros pensamientos felices como por ejemplo que si el edificio se incendiara ellos quedarían encerrados porque no tienen por donde salir, a lo que intento buscarle una solución práctica que involucre un escape en caso de siniestro, que no ayude a los rochos de Monserrat a entrar. No encuentro ninguna opción válida así que le rezo a la religión de avión que me proteja a los bichos de todas las fuerzas de la naturaleza y de la maldad humana, y me subo al remis.

Me voy durmiendo entre wasaps y tweets, todavía no empecé y ya estoy cansada, quisiera mandarlos a todos a la puta que los parió porque estoy indispuesta y sé que mi ovario malo me va a jugar la mala pasada esta vez.
Llego al aeropuerto arrastrando valijas que pesan como la culpa misma, subo la escalera y hago un briefing mediocre y patético que hace pensar a mis queridas tripulantes que alguien se equivocó en ascenderme, y que en vez de estar en cabina, debería ser llevada en el Bulk. Pero bue, soy lo que les tocó chicas, soy la jefa de este vuelo y si algo les puedo garantizar es que, al menos, no les voy a romper las pelotas.

Bostezo con cada peldaño que me separa del Bravo Sierra Juliet.
Subo y le doy sus dos palmadas cotidianas en la parte que solo él y yo sabemos, y le digo “Qué haces,Pa?”
Como un guiño camionero amigo, como dos choferes del 60 saludándose cuando se ven de frente.
Acomodo las cosas y me preparo para hacerle creer al sinfín de personas que me verán apenas pisen el avión, que está todo bien. Que la vida es copada.
En la mitad del servicio una señora me pregunta…
“Y ahora cuando llegan a Neuquén, vuelven en seguida?”
“No señora, me quedo dos días”
“Ahh! Qué bueno! Ustedes tienen mucha suerte!”

Inmediatamente puedo sentir como mi ovario maldito da la orden de que se me seque la concha.
Misión cumplida Capitán.

Y así una vez, y otra vez, y otra vez… hasta que vuelva a mi casa algún día, a pisar vidrios, respirar el hedor que se desprende del ano de mis mascotas, comer de mis sobras putrefactas y envolverme en mis sábanas añejas.
Nah, si ser azafata es un lujo.

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Dejar pasar el día

Siempre fui una joven impetuosa, nerviosa, enérgica e impulsiva.
Ahora ya no soy tan joven, y los años me han sacado un poco de esa ansiedad que tiraba como los mismísimos demonios. (Pinche)
Ahora puedo pensar dos segundos antes de saltarte a la yugular, vengarme, cortar mis venas o decir lo que no deberías escuchar jamás.

Ahora puedo dejar pasar el día.

Ayer, se cumplió un año de la ausencia de Bamba, y mi religión, sabía como es, me alejó de aquel sillón, del living, el barrio, el piso, el vacío, el dolor.
Aquí me tienen, en Neuquén, presa hace dos días en una habitación de hotel, jugando a las muñecas con mis bellas compañeras y olvidando qué día es hoy.
Dejé pasar el día y desperté esta mañana, otra vez, sin haber muerto.
Ellos han muerto, no yo.
No nosotros. Nuestros ojos, nuestros corazones enfermos, nuestros celos, nuestras hermosas mentes buscando la salida de éste laberinto de colores, besándonos mentalmente en la distancia, persiguiéndonos y rechazándonos, picando con electricidad al otro cada vez que se acerca.
Estamos vivos, y no nos hemos dado cuenta.
Yo no me di cuenta, porque estuve demasiado ocupada planeando mi muerte.
Y es por eso que este libro no sale, que no se escribe, no se acomoda.
Este libro es como el avión, es como un bebé en el útero, salva vidas.
Al menos podría salvar la mía, y no lo puedo permitir.
Boicoteemos la felicidad, recurramos a los recuerdos cortantes, visitemos los bosques de espinas y hagámoslo descalzos. Regocijémonos en toda esta sangre, en todo este temor.

Toda la semana pensé que faltaba poco para que se cumplieran 365 días de la ausencia de Bamba. Lo recordé el día 356, el 359, el 362… Como si significara algo la cantidad de días que pasaron desde aquel momento en el que, ante los ojos de quienes te habíamos visto llegar, te vimos partir.
No significa nada, es sólo una cuenta infame.
Como todo este circo, como todo lo demás.
Lo único distinto fue que yo decidí pensarte y recordarte más, llorarte un poco más consciente, tener una excusa para no disfrutar.
Ahora han pasado 366 días, y vuelvo a respirar. Como la pequeña idiota atada a los eventos traumáticos que soy, vuelvo a respirar.
Recuerdo que el día después de su muerte dormí en su sillón, abrazada a la idea de que todavía estuviera ahí, pero con un cerebro mágicamente humano que le hiciera entender más de lo que
entendía en su vida galguna, acariciándome su espíritu hijo maternal y diciéndome que todo iba a estar bien.
Bajé el sillón a la calle, sabiendo que en cuestión de minutos, la gente de Monserrat se encargaría de desaparecerlo y entrarlo a alguna casa o subirlo a algún camión. Hubiera querido colgarle un cartel que dijera CUIDADO SILLÓN HISTÓRICO, pero no lo hice. Me fui todo el día y al volver a casa, para mi sorpresa, aquellos que se llevan el papel, las bolsas, los zapatos rotos, las botellas destrozadas, habían rechazado mi sillón. Allí estaba él, recordándome la ausencia y la partida, recordándome que estaba sola y vacía. Lloré en la puerta de casa mirándolo a los ojos, maldito sillón, malditos seres que te enamoran y te dejan sin la posibilidad de elegir dejar de amarlos, olvidarlos, volver a empezar.
Hoy, 366 días después de la desaparición de ese ser, Adela sonríe con mi llegada, dejando la lengua de costado con una cara de completa idiota. Adela me hace reír; su hocico finito no es como el de Bamba, sus patas no son tan cortas, sus dientes no están amarillos. Y entonces lloro, y me río, y agradezco la segunda oportunidad que estuve a punto de no aceptar.
Si tan sólo pudiera darme cuenta que así como fue eso, es todo, y que siempre se debe volver a empezar.
Respiro profundo desde la protección del décimo piso de este edificio alejado de mi infierno personal.

Dejo pasar el día.

Esta noche estaré entre gatos y sillones, me acostaré en mi rojo living a arrastrarme ante sus ojos invisibles y rogar por mi vida una vez más. Y todos ustedes, los que han partido, revolearán sus ojos en desaprobación, pensando: estúpida, estúpida mujer. Estúpida mujer que no quiere vivir su vida y prefiere malgastar sus moléculas y transformarlas en llanto.
Yo lo sé. Sé lo que piensan ustedes de mí.
Y no me importa, porque tengo esta página en blanco delante de mí, y tengo todas estas letras, y muchos aviones, lomos suavecitos, lámparas rojas, sillones, tazas calentitas y alguna que otra canción.

Bienvenidos al mundo de la sensibilidad.
No puedo explicársela señoras, señores, no puedo inyectársela como se inyectan sus tetas, sus drogas, su leche, y esa maldad que tienen, que desprenden, que me asquea, que me aleja de este mundo cada vez más.
No puedo ni podré darles a entender jamás lo que ven mis ojos, no puedo explicar los colores, no puedo explicar ni el frío ni el calor, pero menos puedo explicarles lo repulsivo de este mundo en el que he nacido, la podredumbre de sus mentes, los retorcidos sentimientos que confunden con amor, cómo se indultan y justifican a sí mismos en nombre del orgullo y de escaparle al dolor. Cobardes, malditos, cochinos.
Bienvenidos al mundo de la sensibilidad que no podrán tocar.
Mientras vos que estás ahí me lees a mí, yo leo te mente, te veo venir. Con cada palabra mía incorporada en tu cerebro, paseo por tus mugrientas ideas, paseo por tu envidia y tu falta de vida. Paseo por tu interior. Salgo de ahí y vuelvo a mi vida, habiendo aprendido un poco más de este mundo, de este paseo turístico que debo hacer, pero del que, por cierto, tarde o temprano me iré, llevándome conmigo sólo las sensaciones de aquellas hermosas mentes con las que he compartido el ideal de la sensibilidad, con los que he abrazado aviones y algunos perros, con los que he mirado el amanecer rosa cuando el ácido corría por nuestra piel, con los que padecí las cosas más horribles nada más que por aprender.
Por esos, por esas maravillosas mentes, dejo pasar el día.
Ellos me han enseñado a esperar, a no morir, a no desesperar.
Por ellos existirá el día 367, por ellos tendré un libro negro en mis manos que será hijo y padre, que será religión, invisible y sensibilidad.
Y ellos y yo, sabremos que lo hemos hecho bien, que descubrimos en alguna esquina oscura la trampa de este viaje, y lloraremos un poco, y reiremos otro tanto, embriagándonos en nombre del amor.
Y dejaremos pasar el día.

Para volver a empezar.

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Muéstreme su posición de protección.

Me he sentado en tu jumpseat mojado de lágrimas, he caminado los senderos hasta la puerta de tu habitación, me acosté a tu lado en la cama, te vi encerrarte en el baño, bajar la escalera de manera indecisa, esquiva, con torpeza, miedo y desamor.
¿Por qué volamos? (pinche)

Alejarse, dejar todo atrás, volar.
La negación es una manera agradable de enfrentar los conflictos desagradables.
Las nubes tienen la inigualable capacidad de absorber los golpes como un colchón absorbe las caídas.
Me mudo a un ambiente irreal, anti natural, el lugar donde Ícaro vio el sol por última vez… y despego mis alas imaginarias como Lilith, me transformo en ella y encuentro el equilibrio.
¿Cómo es posible que mi equilibrio esté en el cielo? Ah, debe ser por la religión del avión.
Abajo quedan los problemas y los maltratos, abajo queda la realidad y el pasado, abajo queda lo imposible.
Volar es como soñar. Volando estamos desafiando lo que la naturaleza nos prohíbe, lo que nos dice que no deberíamos hacer. ¿La prohibición hace desaparecer el deseo? ¿O lo aumenta aún más? Que alguien me diga que no puedo volver a volar, que no puedo pisar el pasto descalza, que no puedo besar… y mi vida estará acabada, pues solo querré hacer eso hasta el último de mis días.

Algo tenemos todos nosotros en común, los de la religión del avión.
Escapamos. Huimos. Corremos. Necesitamos protección.
Pregúntenle a un tripulante acerca de la sensación de llegar a un aeropuerto fuera de su ciudad, a mitad de la madrugada, y apenas pisar la plataforma, ver el avión.
Que alguien me haga el favor de describir lo que se siente en el corazón cuando aparece el gigante, tan quieto, tan oscuro, tan hermoso, inmenso y varón.
Esperándonos.
¿En qué momento este aparato se transformó en nuestro padre? ¿En qué momento me dijo cerrá la puerta, apagá el celular, atendé a tus pasajeros, dejá de pensar pavadas, porque AQUÍ ESTAMOS SOLO NOSOTROS Y TODO LO DEMÁS NO EXISTE?
¿En qué momento el avión me hizo ese favor?
Durante algunas horas soy inalcanzable, no pueden llamarme, no pueden perseguirme, no me llegan los problemas del planeta Tierra, no hay persona agonizante, ni peleas dolorosas, no hay cuentas impagables, no hay hijo enfermo, perro hambriento, amante enojado, marido ausente, madre demandante, padre exigente, novio golpeador, negocio fundiéndose, caño roto, pañal cagado, gato alzado, obligaciones, presiones, miedos, llaves, autos, baldosas, paredes, techos.
Cuando mi padre dice que hay que apagar el celular SE APAGA, MIERDA.
Y no me llamen para decirme que todo falló, que no sirvo para nada, que todas mis decisiones fueron una verdadera cagada y que mi vida se está acabando gracias a eso. No me busquen, no estoy. Arréglense sin mí, vivan, mueran, sáquense los ojos, pero, por algunas horas, háganlo sin mi amable atención.

Estoy en el cielo, hago las cafeteras pensando en canciones hermosas y sostengo bebés con caca en el culo que no tengo por qué limpiar. Cuando la madre salga del baño le diré con una sonrisa: “Señora, su bebé se re cagó” y la señora, que se arregle.
Estoy en el cielo, no tengo señal. Les parto las rodillas a los pasajeros dormidos con el carro y les pido perdón, me chupa un huevo si se tienen que operar de los meniscos por mi culpa. Sonrío y pido perdón.
Me junto con mis compañeros y hablamos en el galley a los gritos pelados, jugando a que la cortina es una puerta pentágono con dolby digital surround sonido impenetrable, mientras en la fila 1, 2 y 3 se quieren matar. Lo siento. Somos desastrosos. Pero ¿sabe usted? Aquí podemos SER de verdad. Porque aquí no nos encuentran, porque estamos en el medio de ningún lugar, porque mi padre le ha cerrado la puerta al dolor. Porque me abraza con su inmensidad y me protege de todo lo que queda abajo. Porque me lleva lejos, me lleva rápido, me lleva feliz.
Entonces disculpen nuestros desastres y nuestras vergüenzas. Es que aquí somos nosotros mismos. ¿Sabe?
Usted podría ser usted mismo también y dejar de pensar en si sus valijas llegarán, en si hará a tiempo para la conexión, en el por qué del espacio tan pequeño de los asientos o de los ñoquis pegoteados.
Usted podría dejarse abrazar por mi padre y jugar a volar de verdad, podría mirar las nubes y ENTENDER que hoy, AHORA, EN ESTE MOMENTO, está en el lugar al que mira cuando tiene que pedir un deseo, una ayuda, un favor.

Pídala ahora, porque no hay más arriba que éste arriba. No hay más cielo que éste, no hay más Dios que éste avión.

Apaguemos la cabeza un rato. Juguemos a estar muertos, o más vivos.
este momento, somos intocables, estamos todos juntos en este lugar, EN ESTE NINGÚN LUGAR, lloremos de emoción y no por el dolor del corazón.

Que ya vendrá la dulce hora del descenso, y se encogerán nuestras entrañas, latirá más fuerte el miedo en la garganta, bajaremos la escalera, y encenderemos el celular.
Y entonces nuestras valijas habrán llegado rotas, y se habrá ido nuestra conexión, el hotel nos habrá cancelado, el muerto estará enterrado, tu hijo habrá dicho mamá sin vos, tu marido estará durmiendo con otra, tu casa estará sin luz.
Y entonces mirarás al cielo pidiéndole una tregua, y verás pasar un avión.
Querrás volar, aún sabiendo que los seres humanos, no fuimos creados para volar. Querrás que tu padre te proteja, querrás apagar el cerebro, querrás ver nubes, querrás que todo desaparezca y alguien te sirva un té con leche con una sonrisa.

Querrás creer en la religión del avión.

Y lo único que tendrás será este libro en la mesa de luz, para recordarte que estamos de paso, y que hay que encontrar un lugar, UN PUTO LUGAR DE PROTECCIÓN.
Y desde ese lugar, no me escribas, no me pienses, no te enojes, no recuerdes, no agradezcas, no existas.
Desde ese lugar, respirá.
Si lo encontraste, ganaste. Encontraste tu propia religión.