Señor Carioca, señor Ronaldinho, señor que baja en Guarulhos, usted que siempre tiene sed, usted que me pide un vaso de agua en el descenso, en el embarque, o mientras estamos con nivel 10 de turbulencia… usted no sabe que se me terminó la botella de agua justo recién y que tengo el carro precintado… usted no sabe que cuando es inoportuno para pedir su vaso de agua, nosotros en vez de darle Eco de los Andes, le damos Eco de los Galleys.
Final del vuelo
Un día conocí a un hombre especial.
Desde el día en el que decidí amarlo, todo en mi vida comenzó a cambiar.
Casi inmediatamente, empecé a volar, cuando digo volar, es literal, empecé a trabajar de tripulante. De ahí en más, solamente yo sé lo que disfruté, lo que me divertí.
Tuve la convivencia más hermosa, más soñada… juntos, adoptamos a los animales abandonados más preciosos, y los bautizamos “los culinos”, inventamos bailes, pasamos doscientas noches sin dormir, nos reímos uno del otro, viajamos, volvimos y todo vuelta a empezar.
Nuestra convivencia empezó el mismo día en que empecé a volar. Juntos pasamos las cosas más difíciles y más graciosas. Juntos soñamos, planeamos, construimos.
Mes a mes, con cada rol, fui transformándome un poco, casi sin darme cuenta. Mes a mes me fuí acostumbrando al avión, a las gavetas, a los pasajeros, a los embarques, a las postas. Mes a mes fuí despegándome de la necesidad de estar en mi casa, fui aprendiendo a disfrutar más de dormir en hoteles y sufrir menos por si él me llamaba o no, o por si no me mandaba mensajes. Los celos del principio fueron acomodándose y los dos aprovechamos la libertad que te da este trabajo. El hacía cosas por su lado, yo las hacía por el mío.
En un momento, todo era perfecto y justo un minuto después de eso, empezó a fallar.
Alguien me dijo que la culpa siempre es nuestra, de los tripulantes. Que siempre nos estamos yendo, que no se puede contar con nosotros porque “nunca estamos”, que no somos una compañía real, sino que hay que aprovechar cuando estamos, porque mañana va a ser distinto.
Nunca lo ví así. Siempre me alegré de saber que podía regalarle vacaciones soñadas, traerle cositas de otras provincias y darle lo que más quería, su tan ansiada libertad.
Hoy, 3 años después de haber empezado este vuelo, se termina.
No sé todavía si la culpa fue el haberme ido tantas veces a la madrugada, no sé si fue perderme tantas fiestas, tantas noches, tantos besos. No sé si la culpa es del despertador a las 3 de la mañana, la llamada de roles el día de su cumpleaños o de la cantidad de veces que dije “no puedo, estoy en Mendoza”.
Solo sé que, un día, me di cuenta de que yo ya no era importante. Y desde ese día hasta el día de hoy, perdí la cuenta de las almohadas mojadas y los ojos hinchados al despertar.
Hoy, se terminó mi vuelo.
Mi plan es sufrir esta noche, hoy, y no sufrir más. Mi plan es que con cada lágrima se vaya cada miedo, cada olvido, cada dolor.
Que no digan que los tripulantes no sabemos amar, que el mundo se haga cargo de que tenemos demasiado amor, y que es él quién no lo puede manejar.
Comencemos el duelo por el final del vuelo, y una vez cumplidas nuestras horas de descanso, no olvidemos que estamos hechos con el único y simple fin, de amar.
Clear to take off
Los días libres pueden ser altamente perjudiciales cuando uno no quiere pensar.
Transportar famosos.
Uno piensa que va a ser un día de trabajo normal: subo al avión, chequeo las cositas, armo los carros, recibo a los pasajeros, despego, con un poco de suerte podré mirar por la ventanilla y alegrar mi corazón con las pequeñas luces de la ciudad, o ver las nubes recortaditas en el celestísimo cielo… pero justo en ese momento descubro que en la 18 Juliet está sentado un famoso.
Hay gente que es muy cholula, no es mi caso.
Jamás en mi vida he pedido un autógrafo, pero, si la persona me conmueve, una foto es diferente. La firma, honestamente, me parece una pavada, pero la inmortalización de ese momento… eso sí me llama la atención.
Un día, la llevé a Magdalena Ruiz Guiñazú. En cuanto la ví, me vinieron a la mente todas esas mañanas escuchando la radio con mi abuela, las canciones de María Elena Walsh y el té con sopitas… y me dije… animate pedile una foto que si se la llevás a la Abole se puede emocionar tanto! Pero no me animé, resulta que soy tímida para esas cosas y no me gusta molestar.
Así que, después de ese día, decidí que iba a ser más caradura y que no me iba a importar tanto la vergüenza y así viví mis 4 momentos top de famosos.
El primero fué con la tigresa del oriente, cuando se levantó al baño, ella y sus dos hermanas salientes, le pedimos que antes de bajar se sacara una foto con toda la tripulación, y ella no solo dijo que sí, sino que nos regaló dvds con sus videos para todos.
El segundo momento fue después de una posta en Córdoba. Había pasado toda la tarde pensando en ir o no a una fiesta en la que tocaba un dj Canadiense, finalmente, me quedé en el hotel porque al otro día volaba temprano de vuelta a Buenos Aires. En el embarque lo veo, Mr. Richie Hawtin subiendo con su valijita plateada de discos, casi se me para el corazón de la emoción. Nos sacamos una foto, hablamos, un divino. Hasta se permitió gastarme por haberme perdido “un fiestón”.
El tercer momento, fue con Leo de Cecco y a Luciano de Attaque 77, sin dudas, me acerqué a pedirles que vinieran a sacarse una foto con nosotras y se vinieron al galley a tomar algo y charlar. No podía creer que estaba con mis ídolos de la adolescencia, hablando de sus giras por Europa y de la época dorada de Attaque.
El cuarto y último momento fue la semana pasada, voy por el pasillo con el carro hacia atrás y me detengo a entregar servicios y bebidas en la fila 23. A,B,C, todo normal. Cuando llego al J, miro al señor a los ojos y lo reconozco. EMILIO DISI!!!!
Le apoyo la mano en el hombro y le digo Ayyy!!! No lo había reconocido!!! Cómo le vaaa?? Y él muy tímido, me dice, muy bien, muy bien y sólo quiere tomar un coca. Y yo me mordía la lengua mientras agarraba el vaso, agarraba la pinza, le ponía hielo al vaso, le servía coca… y sólo podía pensar “Rajemo Emilio que vienen los NINJAAAAAAS!!!”
