Luego de haber esperado incontables minutos para embarcar un pasajero que recibió la encuesta fue muy claro.
“Sé que no son culpables pero esto de que tienen a un pasajero como rehén no es serio”

SABEN TODO, PREGUNTAN TODO, ESCUCHAN TODO.
Conocen las parejas, las peleas, los amantes, los casorios, los divorcios, las internas, critican el cuerpo de las chicas y hacen un ranking de las mejores y peores, opinan acerca de la sexualidad de los chicos y declaran quién es más homosexual que quién. Torturan a los tripulantes nuevos metiéndoles miedo y contándoles historias inventadas acerca de los más antiguos.
Su oficina con volante, escucha todas las declaraciones y charlas telefónicas para, luego, juntarse entre las cañas de pescar en la costanera y comentarlas con los compañeros. Las fotos de desnudo que hizo fulanita, como engordó tal jefa o con quién le mete los cuernos el copiloto a la señora, “esta se hace la fina cuando está vestida de tripulante pero la llevé al ditching y con jogging y cara lavada no vale dos mangos”.
Se quejan de tu barrio, de tu calle, de que no se puede estacionar ahí, del horario, del tiempo que les dieron, de la combinación, de que les metieron un viaje a Pilar cuando estaban volviendo a su casa en Quilmes, de que cambiaron el turno y trabajaron a la tarde y no pudieron meter ni 5 viajes, se quejan porque la valija pesa mucho, porque no te sabés el número de vuelo o porque te fuiste PM y no le firmaste.
Todos los días nos esperan a las 2, a las 3, a las 4 de la mañana.
Muchos nos compran caramelos palitos de la selva y algunos nos ponen cajitas de kleenex para que nos saquemos el labial, te apagan la radio cuando está el partido y vos venís del madrugón, te encienden la luz cuando te maquillás, te tocan el timbre cuando te quedás dormida; te dejan manejar el auto, te llevan a comprar medialunas antes de ir a tu casa después de un vampiro, te escuchan cuando venís con rayes de familia o de pareja, te llevan de vuelta si te olvidaste el pañuelo arriba… te buscan, te traen, te cuidan.
Son una mezcla de tu psicólogo y tu amigo, con el portero y la vecina de al lado.
Son los chicos de transporte.
En el día de la fecha, la señorita Light Blue, después de haberse levantado a las 4.30 de la mañana, le dijo a una pasajera,”SEÑORA” y a su marido “SEÑORO”.
No hay manera de no fallar hacia el final de la jornada.
Hay una teoría de que, de los 4 tramos, el TERCERO es el peor.
Paso a explicar con ejemplos.
Vamos a poner uno tranquilito, así como para iluminarlos.
Córdoba-Bariloche: significa que nos levantamos muy temprano en la mañana, quizás a las 4 y nos despegamos las lagañas con rencor.
El primer vuelo, probablemente, este FULL, cada uno de sus hermosos 168 inigualables elementos de flotación azules se encuentra siendo empollado por un señor de traje apurado y expeditivo. Este ejecutivo vive rápido, muchas veces va y viene a Córdoba en el día, así como yo cruzo al chino cuando me olvido el queso rallado.
Pero, les aseguro, que por más apurado que esté, por más cansado, agotado y dormido que se encuentre, en el momento en el que pasamos a su lado con el carro, mágicamente abre sus agudos ojos de lince, baja la mesita y pide un café con leche con edulcorante y un jugo de naranja sin hielo.
En una hora hacemos malabares. Hacemos milagros.
Finalmente, terminamos el PRIMER TRAMO. Todavía nos queda todo el día por delante.
Embarcamos para volver a Aeroparque, las situaciones son muy similares, salvo porque el tiempo de vuelo se reduce a 50 minutos. Magia? Sí, magia.
Salimos a la cabina con ganas de hacer explotar un jugo como si fuera una piñata y que todos traten de atrapar un poco con el vaso, pero no lo hacemos.
Y le doy las gracias al cielo por los bienaventurados que cuándo se les pregunta “qué les gustaría tomar?” me responden “nada, muchas gracias”.
Y termina el SEGUNDO tramo.
Ya corrimos, ya tiramos el hielo, ya desayunamos paradas en un minuto y medio, con el pañuelo hacia atrás y el delantal desabrochado, un zapato negro y uno rojo y un pedazo de papel higiénico colgando de la media.
Llegamos a aeroparque y nomás encender el teléfono para decir “Zi, hola…”; ya están embarcando los pasajeros QUE SE VAN A BARILOCHE.
Divinos, cómo los quiero.
A la ida, llevan muchos niños y camperas. Siempre les gustaría tener diarios, cindor, jugo de ciruela de los bosques de Sherwood y un metro y medio de espacio de piernas. También sería regio que sus hijos se sentaran en las salidas de emergencia, que pudieran conocer la cabina durante el vuelo y que el servicio fuera comida caliente con choice.
A la vuelta, por suerte, también traen los niños, las camperas y LOS CHOCOLATES con forma de casita que no entran en ningún lado. Multiplíquenlo por 100.
2 horas de vuelo, hay tiempo para todo. El servicio se hace tranquilo, es un placer. El único problema es que son las 12 del mediodía y mi reloj biológico dice 10 de la noche. Por qué? No sé. Si leo, me duermo. Si me siento, me duermo. Si escucho a alguien hablar, me duermo. El TERCER tramo es demoledor. Me pongo revolvedores entre las párpados para que no se me cierren.
Finalmente, aterrizamos.
Y queda lo mejor, el CUARTO y ÚLTIMO tramo. Vienen 168 pasajeros, 7 bebés, un cockpit y dos jumpseats. O como dice mi abuela, hasta la verija.
Lloro de emoción por cada persona que me dice “Coca cola” y no “Café con leche”. No sé por qué, pero me resulta tan fácil y agradable servir gaseosas, sobre todo si son sin hielo.
Y justo en ese momento… empezamos a sentir el efecto de los miles de metros, de la presurización, de la peli que nos quedamos viendo hasta la una de la mañana, de los 3 aterrizajes, del pollito con papitas y salsita que nos acabamos de comer que no nos cayó del todo bien con ese olorcito que lo caracteriza cuando abrís el gabinete… mmmm… y del cóctel sale una nueva azafata: la que no tiene idea a que hora llega ( ni idea es NI IDEA si las 12, las 4 de la tarde, las 9 de la noche), la que suspira con la mirada perdida en los embarques, la que ofrece leche para el jugo de naranja, la que empieza 5 veces los anuncios y nunca los puede terminar, la que acompaña a los pasajeros hasta su asiento y les pregunta “señor, conoce su habitación?” la que en la demo en vivo desplega con orgullo el chaleco amarillo en lo alto mientras su compañera dice ” en caso de despresurización de la cabina…”
Si, esa.
La maldormida.