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El hada madrina

(Pinche)

Vamos chicos, soy de Chascomús, pasé la mayor parte de mis domingos de primer grado en la cárcel de Dolores, el punto álgido de mi semana era cuando mi mamá me compraba un mantecol a la salida, tengo más pelos en el cuerpo que la mayor parte de los hombres de este mundo y las botas no me cierran en la pantorrilla; así que no creo en hadas madrinas.

Sin embargo, una tarde, así como Nicole Neumann estaba en un supermercado y Pancho Dotto le dijo “Vení, estás buena, te voy a hacer famosa”, a mí se me apareció Miss Mañas.

Miss Mañas me dijo que me leía hace un tiempo y que mi escritura era de su agrado. No quiero transcribir nuestra conversación porque son esas cosas que son tan privadas como hermosas, pero fue Miss Mañas quien decidió en ese momento, vestirse de hada madrina.

Debo admitir que no le creía. Unos años atrás, un amigo chino en común me había pasado su contacto diciéndome que le escribiera, que ella me iba a ayudar. No lo creí en ese momento, no lo creí después. Tomando té verde, amargo él, con 3 de azúcar yo, sentado en el asiento del cockpit él, parada en el cockpit yo, me insistió “escribile”. Mentí que le escribiría.

Fue pudor, poca confianza en mí misma, miedo a la exposición, quién sabe, pero nunca le escribí. Es muy difícil pedir difusión cuando una quiere tener la cara borroneada y un nombre de mentira. Es muy difícil organizar un evento de presentación de un libro cuando uno no quiere firmar la primera página. Pero nada es imposible cuando aparece el hada madrina.

Me subí a la moto y con 4 libros en la mochila me fui hasta el edificio donde oficia de hada. Camino a verla, en la Lugones, el tránsito pesado me detuvo entre dos autos, así estuvimos un largo rato, yo con mis dos pies en el asfalto esperando que se hiciera un lugarcito para pasar, y los autos adelantando a paso de hombre. En uno de esos pasos, el auto a mi derecha, decide pasar con su rueda izquierda sobre mi pie, mi empeine, mis dedos, mi pie en su totalidad. Pegué un grito digno de mi pobre angelito 1 y el señor me miró por la ventanilla, (porque seguía al lado mío) sin entender el por qué. Sin entrar en detalles, el auto se retiró, yo me moví a la banquina y me saqué la zapatilla. No se veía muy bien la situación pero no había fractura expuesta, por lo que me subí a la moto y seguí hasta Hadalandia. Llegué conteniendo las lágrimas en los ojos y el dolor, pero apenas pararme frente a Miss Mañas, supe que podía decirle la verdad. Se ofreció a llevarme, a alcanzarme, a ayudarme. Pero qué más podía yo pedirle a mi hada que ella ya no me hubiera ofrecido? Volví en moto hasta el hospital alemán, estuve 2 meses bajada de vuelo y Miss Mañas entregó en mano los ejemplares de mi libro a personas que pudieran gustar de él.

Esta mañana, ya casi sin renguear y en compañía de Ade y Vento, caminamos por Fleming hasta el diariero del barrio.

-Tenés la Rolling Stone que salió hoy?

-Si.

-Cuánto está?

-60 pesos.

-Dame 3.

Volvimos tranquilos, Adela corrió sus 500 metros llanos y Vento meo todos menos la fruta de los cajones de la verdulería de la esquina, cosa que no le dejo hacer.

Entré a casa, me saqué el abrigo y abrí la revista. Al final del número en el que los Fabulosos Cadillacs muestran que sus hijos están ahora en la banda tocando con ellos (hermoso), se encuentra la sección de crítica, al final de la misma, se encuentran los libros, y ahí abajo, con el título “Señalador” hay una foto de la tapa de mi libro. Soy una azafata anónima que cuenta historias, puteadora, gritona y con ganas de ser algo más que una bloggera. Eso es lo que soy, y 20 años después de haber empezado a escribir en un cuadernito, mi libro llegó a la Rolling Stone, sin chuparle la pija a nadie, sin mostrar mi cara, sin decir mi nombre, ni firmar ejemplares. Tan solo yendo con un pie roto a ver a mi hada madrina, quien hizo realidad una imagen de película que atacaba mi cabeza de tanto en tanto: mis letras en la Rolling Stone.

Si fue exactamente como lo soñé? Que se yo. A veces uno no se atreve a soñar con cosas tan-tan-tan hermosas, uno reprime esos recuerdos de las cosas que todavía no pasaron, uno elige pensar que eso no pasará. Un poco como esos besos que todavía no diste pero que sabes que cuando des, ay.

Soy una máquina de miedos y de decirme a mí misma que no voy a poder; pero, una vez cada tanto, algo cambia. Una vez cada tanto, sonrío. Una vez cada tanto, las hadas.

Y la mía me hizo realidad mi sueño más grande desde que empecé For Bitching Only: salir en la Rolling Stone.

Las cosquillas

(Pinche)
La última vez que me pareció tocar fondo, (quién sabe cuántas veces creemos que es el fondo y todavía nos caemos más) decidí no llorar como primera medida, sino evaluar si la situación realmente lo merecía. No puede ser que una decepción lleve las mismas lágrimas que el final de una película, que una traición, un capricho o una publicidad de Coca Cola.
Desde entonces, soy dura. Mis ojos permanecen secos, mi frente alta, mi boca apretada. Lentamente me transformo en esas mujeres de contrato, las que siempre llevan las uñas prolijamente limadas por un tercero, las que caminan con la seguridad de que si ocurre un accidente, llevan la ropa interior limpia y las medias sin agujero.
Como parte de esta transformación, publiqué mi arco y flecha en mercado libre, y decidí abandonar el Distrito 12. Basta de moho, oscuridad y vecinos enojados. Una señora de contrato como yo puede hacerse cargo de una casa luminosa y limpia, en un barrio en las afueras, con vecinos con niños a los cuales se pueda mirar por la ventana, mientras hierve el agua.
Pasé 2 meses en casa, despidiéndome de mi pequeño palacio destrozado. Dormí con los perros en su sillón, me comí hasta el último paquete de arroz con gorgojos, descolgué cuadros y seleccioné esas cosas que ya no se usarán más. Todo lo hice con la frente alta, la armadura puesta, melodías alegres y ojos secos. Vinieron a pintar las paredes, arreglar los problemas que lo volvían un palacio viejo y poco atractivo, y cuando terminaron, tuve que barrer y poner perfume, porque le abrí las puertas a los futuros dueños. Encantados dijeron que sí, y después de intercambiar algunos papeles, pusimos una fecha, con cara seria pero amable, agradecidos todos por ponernos de acuerdo tan fácil.
Desde ese momento, siento cosquillas en la nariz.
Cuando me acuesto, cuando me levanto, cuando pongo el agua para el té.
“Esta es la última vez que cambio las sábanas”. “Este es el último té”. “Esta es la última vez que lavo ropa”. “Esta podría ser la última vez…”
Es como una pequeña muerte. Una despedida un poco agónica de una amiga que me fue muy fiel, casi hasta el final. De la que se trata de recordar sólo las cosas buenas, pero con la que, se sabe, que inevitablemente, se vivieron cosas terribles; de esas que rompen, de esas que unen, de esas que no se olvidarán jamás.
Acaso una casa son sólo 4 paredes? Acaso somos nosotros quienes teñimos de cien mil momentos algo que debería ser un techo, un medio, un lugar?
Recuerdo cada foto que colgué los primeros meses, recuerdo cada animal que pasó por aquí, recuerdo haberme enamorado perdidamente en este living, recuerdo haber recibido un cuchillada mortal.
Me recuerdo parada delante del cajón de las remeras, recién bañada, chorreando agua del pelo, sin saber qué ponerme para preparar un velorio al que jamás quise asistir. Me recuerdo vomitando después de borracheras, dormida en el piso del baño, con la cara contra la cerámica y un gato dormido en mi espalda. Cuando la cocina se llenó de gusanos, cuando Bamba durmió en el cuarto de arriba por primera vez, cuando decidí empezar un blog llamado For Bitching Only, cuando decidí convertirlo en un libro, cuando había 35 cajas que no tenía idea quién podría comprar. Recuerdo más cenas de las que podía imaginar con los amigos más divertidos del mundo, recuerdo afters de domingo en los que no dormía nadie, los invitados en el cuartito de arriba, cuando convertimos la casa en hostel, cuando casi rompemos los vidrios con la música, cuando lo único que importaba era bailar.
Recuerdo haberme tomado mi primer ácido en un boliche y volver llorando con miedo, para apenas cruzar la puerta de casa, sentirme a salvo, y no parar de reír, perder noción de la hora, del tiempo. Solo reír.
Recuerdo cuando sentada en el sillón del living, decidí dejarme morir.

Las cosquillas de mi nariz bajan por mi cuello, mis hombros, mi espalda. Un escalofrío me paraliza cuando termino de vaciar el placard.
Los libros descansan en unos canastos de mimbre que Sharam no deja de arañar, Todos mis juguetes se hacen los distraídos en el canasto de al lado, esperando que los deje solos para quejarse de este inconveniente y preguntarse adónde iremos a parar. Creen que no sé que tienen miedo, creen que no me doy cuenta de que saben que yo también. Quién seré yo afuera del Distrito 12? Quién seré si no tengo arco y flecha, si no puedo vestir mis joggings, si no hay peligros de los cuales correr? Me sentiré vacía en el Capitolio? Me sentiré parte de un mundo plástico e irreal? Me cansaré de tomar mis tecitos al sol, con los perros y sus cabezas acostadas en el pasto, con los gatos lamiéndose con los ojos achinados, con el aire que entra por la ventana diciendo buen día hoy va a llover.
Acá adentro no me enteraba de nada che, y me gustaba. Si yo no quiero saber. Si soy de esa raza que quiere que le digan lo menos posible porque todo le duele, si soy de esos bichos que lloran con las publicidades de afjp, si soy de las que le tienen miedo al sol.

Recuerdo cuando el auto de la empresa me vino a buscar por primera vez. Recuerdo haber bajado con el uniforme y el carry por la escalera, nerviosa y feliz, sabiendo que estaba a punto de empezar a vivir mi destino. Recuerdo haber vuelto con las piernas hinchadas de mi primer doblete en el año 2009, y quedarme dormida, completamente vestida y con los zapatos rojos puestos, apenas tocar el colchón.

Empieza a hacer mucho frío en mi embajada, una parte de mí se niega a seguir. Tengo que sentarme porque avanzan como psoriagris las cosquillas. Desde que soy esta mujer nueva que no se me doblan las rodillas. Desde que decidí no llorar más por todas esas cosas que lloraba antes, no abría los cajones; pero estas cosas, todas estas cosas, lloran por mí.
Cada objeto tiene una historia que se mete por mi piel al tocarlo. Por mis venas navegan 8 años de aciertos y desventuras a punto de naufragar. Me propongo calma, porque ahora no soy como antes. Ahora no pongo canciones para llorar, no miro las fotos fijo, no me pongo frente al espejo ni me revuelco en la sensación. Ahora pongo la mente en blanco, con el tiempo fui aprendiendo a ser robot.
Calmate.
Las cosquillas están detrás del muro, luchan con todas sus fuerzas, están seguras de traspasar.

Dos personas desconocidas pisaron mi embajada en los últimos dos meses y me preguntaron “Disculpame, qué es For Bitching Only?” a lo que respondí, ambas veces, “Por qué? Dónde lo viste?”
En las dos situaciones el interlocutor rió y respondió “En todas partes”.
Stickers, pins, libros, letras colgando de las paredes, estampados en el sillón. ESTE ES EL MUNDO FBO.
Supongo que lo que las cosquillas quieren decirme es que lo estoy dejando. Supongo que lo que los jueguetes temen es que los archive para siempre, que decore mi nueva casa con flores secas y recuerdos de viajes por el mundo, supongo que lo que todos temen es que deje de jugar.
El distrito 12 me despide frío y gris, dejando en el 1516 un palacio blanco y limpio, preparado para albergar las historias de alguien más.
No puedo sino hacerle una reverencia a mi embajada, agradecerle por haberme permitido conocerme a mí misma, en las mejores y peores situaciones, permitiéndome descansar para seguir peleando, convirtiéndose en hospital para mis heridas y guarida de travesuras.
Me siento en el escritorio para poner en palabras, para dejar testigos, para regalarle a esta casita un poco de inmortalidad. Entonces las cosquillas derriban el fuerte y se meten en el palacio como una ola inevitable, y todo mi cuerpo llora, sin armadura, sin arco, sin flecha, sin jogging, sin té verde, ni libros, ni aviones, ni sushi de pollo ni arroz con gorgojos.

Entonces decido que hay cosas que no puedo dejar aquí. En el canasto más grande, el último que me queda por llenar, meto el distrito 12, meto el mundo FBO, meto el aliento de Bamba, todas las lasagnas de Castels, las siestitas con Leia, el montecito, los huevos revueltos de la mañana y pilas de hot cakes, meto el sillón del living con todos sus invitados, las risas con mis amigos, los paseos con los perros a las 6 de la mañana,  los 1200 pedos que me agarré, todos los besos que recibí en la puerta, meto algunos portazos, y unas buenas reconciliaciones, meto mis grandezas y mis malas decisiones. Y un tipo sube a un camión, y desde atrás, en un auto con mis perros y mis gatos, custodiando los recuerdos que me hacen ser la desprolija persona que soy, nos alejaremos de la embajada de a poquito, para abrir la puerta de un lugar nuevo que no tenemos ni idea en quién va a convertirnos, pero que, ciertamente, no va a poder derrotarnos. Porque vengo con cosquillas, y vengo con ganas de jugar, y una legión de fantasmas me ayudarán a desarmar los canastos y transformar el lugar que sea, en un mundo FBO.

“Este es el último escrito desde esta casa”.
Me digo mientras me seco los mocos con la manga del buzo, y decido dejar de querer ser alguien que nunca voy a poder ser.
Hasta pronto.

Darkness

(pinche)
La última vez que pasé por aquí, el mundo era un lugar diferente. Maldigo la extremada sensibilidad con la que hemos nacido los mutantes, el mundo puede ponerse patas para arriba en dos segundos, sin que nadie más lo note.
Quizás lo perciban como un sueño, como una desordenada manera de relatar imágenes mentales, quizás… quizás jueguen.
3 años y 12 meses después, dejando ambos perros en la parte trasera del auto, crucé las rejas para convertirme en un ser extraviado y confuso. Me quedé parada debajo de una galería y un hombre me preguntó si podía ayudarme. Salí del trance solo para decirle que necesitaba pagar un nicho del año 2012. Lo administrativo es administrativo, no tiene corazón. Las personas detrás de las ventanillas, reciben la plata mientras hacen chistes, miran facebook y se toman una sopa knorr de esas de media mañana. Se olvidan que alrededor de su pequeña oficina los rodean cientos de miles de cuerpos sin vida, y que nosotros los que venimos a pagar el impuesto de la muerte, traemos pesares como yunques, arrastrados desde que amanecimos sabiendo que era el día de visitar ese lugar.

Me perdí, claro.
Tuve que googlear el mapa del cementerio para encontrar la zona que buscaba, aunque después de más de una hora de dar vueltas descubrí que estaba a un minuto de donde había empezado inicialmente. En esa hora evité acercarme demasiado a todo aquello que me parecía que contenía un cuerpo. Caminé por el pasto, el día estaba soleado y frío. El cielo celestísimo, el único cielo celeste de toda la semana lluviosa, 4 días antes, 4 días después. Pero no, este día no. Pisé las hojas secas de los árboles, pensando en lo parecido de este día con aquél en el que conocí Auschwitz, frío seco, rayos que te calientan la cara, la campera en la mano y la baja temperatura colándose por los agujeros del sweater. ¿Cómo un lugar tan hermoso puede haber albergado los horrores más grandes del universo? Pensé en aquél momento, mirando árboles y preguntándole a los pájaros cómo se atrevían a cantar en ese lugar. En el centro de Buenos Aires también se atrevían, porque los pájaros cantan, vuelan, eso es lo que hacen, porque sale el sol y ese es motivo suficiente para buscar comida, armar un nido, empollar un huevo o volar junto a los amigos. No importa que en la capilla estén llorando a alguien que murió demasiado joven, o que en el crematorio se queme el cuerpo de alguien a quien se amó con locura, los pájaros cantan cuando te entregan las cenizas, cuando te dan un certificado, cuando retiras las flores marchitas.
Me perdí entre bóvedas, cajones con moho y apellidos emblemáticos. Encontré a un señor de mantenimiento comiendo su almuerzo sentado en un escalón, con una familia entera detrás de él, todos acostados en sus respectivos lechos, sin poder decir si les parecía bien, si lo consideraban una falta de respeto o un honor. El señor comía su sanguchito, los pájaros cantaban y yo sin tener idea dónde mierda estaba el nicho de mi papá.

Caminé sin rumbo con el teléfono en la mano, me pasaban autos, personas caminando, gente sacando fotos. Mi mirada en la pantalla pudo detectar que uno o dos se asombraron al verme tan absorta. Una vez más. el mundo prejuzgando sin saber. Conozco la mirada de “estás chateando en un cementerio, desubicada”. Me encogí de hombros una vez más, dejándolos pasar. Nadie lloraba, ninguno estaba de duelo, todos caminaban hacia algún lugar, con una dirección. Todos menos yo. Mi mapa decía que debía seguir derecho, después doblar, y doblar, luego subir, luego doblar.
Unos metros después de eso, me ubiqué. No necesité el mapa, un cordón invisible me fue llevando como en un video de RoyksÖpp, subí la escalera con miedo a mí misma, a encontrarme casi 4 años en un lugar al que había prometido no querer volver.
Doblé y me encontré con el 2033. Un frío me recorrió la espalda. Estaba helado allí. Me puse la campera porque el sol no nos calentaba y los pájaros, quién sabe los pájaros. Silencio.
Metí la cabeza adentro de la bufanda para no respirar.
No quiero sentir el olor.
Me cayeron dos lágrimas porque, qué hija de puta, no querer sentir el olor.
Quién se cree uno? Quién se cree uno para repugnarse por el olor de los muertos? Debe ser uno de los sentimientos más horribles del ser humano. Sin embargo, no fui capaz de respirar hondo y llenar mis pulmones de tu olor y el de tus amigos del barrio. Perdoname, es un dolor insoportable perfumarse con el olor del cuerpo de alguien amado en descomposición. Dije “Hola” en voz alta y se me doblaron las rodillas. Acaso tiene más sentido decirle HOLA a un nicho que esos que ponen en el facebook saludos a los que se han ido como si hubiera una red social para los muertos? Qué sentido tiene decirte Hola a vos, 2033, no tenés chapita, no te pusimos nombre. A tu lado todos con sus nombres y sus placas, todos con los años como para que los vivos puedan calcular si se murió joven o si se murió viejo, como si eso fuese más o menos injusto o si hiciera que nosotros los mutantes lloremos más o menos porque tenías 62 años y no 14
Me quedé mirando tu tapa sin nombre, casi escuchando como me decías que era una barbaridad que no tuvieras tu nombre. Sonreí un poco, creo que te prometí hacerte una placa, pero lo que dije en voz alta fue “No quiero estar acá”. Di un paso atrás, con dos lágrimas más y mientras pensaba en lo patético de mi cuadro, te conté que te había escrito un libro y que a la gente le gustaba tu historia.
Sin respirar tu olor, ni tocar absolutamente nada, te dije que me quería ir, que no me gustaba estar aquí, que era muy feo. Un rayo de amor se dirigió desde mi corazón hacia donde sea que vos estés, y me fui, salí rápido, me senté en el auto, los perros me chuparon la cara y manejé por Corrientes, pasándome de carril sin pensar mientras los autos me tocaban bocina y me gritaban BOLUDAAA, tenías que ser mujer!

Boom

(Pinche)
Seguiré intentando descifrar mi propia incógnita, la que año tras año me desvela. Para quién se escribe? Para los demás o para uno mismo? En el camino me he encontrado con muchos maestros, muchos poetas, mucho amor y muchos mentirosos. La maldad? No sé si creo en la maldad, aunque sí creo en lo echado a perder. Muchas veces nos comportamos como seres echados a perder. El bloqueo del escritor no es ni más ni menos que una represión. No somos capaces de dar lo mejor que tenemos. No somos capaces de regalar, de crear, de sangrar, de parir. Nos anulamos, en nombre de todas aquellas cosas que nos limitan, encierran, agobian.
Quiero ser todo lo libre que un cuerpito de 60 kg me permita. Quiero volar con alas de metal si es que las plumas no me crecen. Quiero volar con la mente si de otra forma no se puede. Quiero ser tan yo misma que asquee, hasta llegar al punto de que ustedes sientan rechazo, vergüenza, repulsión por nuestras diferencias.
Ser diferente no es ser horrible. Ser diferente no es malo, no es deshonroso, no es gran cosa. Ser diferente es, simplemente, ser. Qué contrato firmaron en el que juraron ser todos iguales? Dónde decía eso? No llego a leer letra tan chica.
Invéntense un mundo en el que estén permitidas esas cosas que a ustedes les gustan. Cómprense una corona de plástico, háganse un buen desayuno y festejen ser los reyes de su mundo.
La vida se acaba pronto, demasiado pronto como para vivir en un mundo prestado, y es muy triste descubrir que pasaste media vida intentando ser el rey en el mundo del otro. Ese mundo ya tiene un rey, y ese rey ES EL OTRO.
Todos los días miro mi vida y la veo a punto de empezar. No sé si es pecado mortal, como si no hubiera empezado todavía, como si estuviera esperando algo… O si es una movida genial: todos los días empieza una oportunidad de que todo sea totalmente nuevo y tal cual como mi corso a contramano lo planeó.
Para quién escribo? Para vos? Para facebook? Para mí? Para los 45 me gusta que tendrá esta publicación? Sigo intentando descifrarlo, mientras tanto… Mi mundo choca con el tuyo, y nos encontramos cara a cara, mi corona se enreda con la tuya y eso está muy bien. Me gusta conocer otros reyes.