Esta es una entrada diferente. Pinche.
Quiero hablarles de todas esas cosas que se pueden sentir cuando uno se detiene unos segundos a pensar el lugar en el que está parado, lo que está haciendo en ese mismo momento, saliéndose del automático y permitiendo que lo que nos rodea entre.
Eso es lo que pasa cuando cruzamos los Andes, el Océano Pacífico, el Amazonas.
No podemos darle importancia porque estamos armando un carro, haciendo el duty free, levantando bandejas o mirando una película tapados con una manta. Eso es lo que tiene la religión de avión: te abstrae.
En realidad nuestro cuerpo se encuentra suspendido en el aire muchos más metros de los que podemos entender, respirando un oxígeno con presión artificialmente preparada para que nuestro cuerpo no explote, calefaccionados a 25 grados cuando afuera congelan unos 50 bajo cero, pasando por encima de los paisajes más increíbles, más inhóspitos y peligrosos.
¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué sometemos a nuestro cuerpo a variaciones de todo tipo, a incomodidades y desadaptaciones, al peligro incierto de nunca llegar al destino?
Algunos simplemente estamos locos por la aviación, otros lo harán por necesidad o por un bien mayor, por ejemplo las vacaciones, algún reencuentro, un trabajo o una cuenta pendiente. Pero todos coincidimos en algo, todos confiamos en el avión; y confiar en el avión es confiar en los pilotos, en la aerolínea, y en el destino en general.
Siempre fui de esas que piensan que las cosas pasan cuando tienen que pasar, ni antes ni después.
Podemos evitar el sexo por miedo al sida, el microondas por miedo al cáncer, los aviones por los accidentes, los gatos por la toxo, las drogas por la locura, la risa por las arrugas, los tampones por los hongos, internet por los virus y la comida por la gordura. Pero, hagamos lo que hagamos, será lo que tenga que ser.
Podemos ser los más cuidadosos y morirnos leyendo un libro, enfermar por hacer deporte y desaparecer en una boca de tormenta.
Shit Happens.
Es por eso que no se pide permiso ni perdón para vivir. Es por eso que se vive libre y con los ojos abiertos, riendo cuando toca reir y llorando cuando se siente así. Dándole el lugar a cada etapa, a cada momento, sabiendo que la persona que llega nunca es la incorrecta y que nada es casualidad. Todos en la vida son maestros y habría que saber aprovechar la lucidez mental. Es que es idiota, lo siento por él, pero si se puede valorar las cosas, verlas, analizarlas, incluso refutarlas… eso es lo que para mí es vivir.
Siempre fui de las que piensan que mi hora puede llegar nadando en el mar, haciendo el amor, rescatando un perro, volando un avión. No le temo a lo que pueda pasar, fui hija de un loco inmortal que me enseñó a no temerle a vivir, y bajo esa premisa, enfrento los miedos del inconsciente desafiándome cada día más. Claramente, me acechan en las sombras, esperando que me detenga, que me caiga, que algún día diga que no; pero no han ganado aún, no han logrado calar tan profundo, no han logrado su triste plan.
Porque los de la religión del avión damos batalla.
Recuerdo sobrevolar los Andes con un capitán que me llamó a la cabina para mostrarme el lugar donde cayó el vuelo 571 de la fuerza aérea Uruguaya en el año 73. Si, los chicos de Viven.
Recuerdo tener unas inmensas ganas de llorar, de agradecer por estar viva y por poder ver ese escenario magnífico y emocionante de arriba, como en una de las primeras filas del cine.
Recuerdo sentarme en el cockpit y mirar hacia ambos lados, hacia el frente, hacia abajo.
Montañas, nieve.
¿Quién podría salir vivo de allí?
¿Alcanza con la voluntad de sobrevivir? Quién sabe.
Y mi cabeza voló como lo hace tantas veces, imaginándose mi avión destrozado, y mis compañeros perdidos, mis pasajeros heridos y yo caminando en la nieve, intentando entender.
¿Les parece algo terrible que imagine algo así?
Pues debo decirle a quienes no lo sepan que así nos enseñan a pensar a los tripulantes de cabina.
Planificamos todo lo que pueda salir mal, imaginamos despistes, fuegos, despresurizaciones, ditchings y todo tipo de catástrofes. ¿Para qué? Para que no nos tome por sorpresa el imprevisto. Para tener la cabeza fresca y reaccionar rápido si algo sucede y tenemos que sacarlos del avión.
Si, si, café, té, jugo de naranja y de manzana. Pero te aseguro que además de ponerte cara de culo cuando me pedís el cuarto café, soy yo la que te va a sacar.
Pase lo que pase y sea como sea, te voy a sacar.
Se me caen dos lágrimas cuando escribo esto, es duro y fuerte pensar en todo lo que nos podría pasar, es hasta tonto y estúpido que la cabeza se me vaya para ese lugar, pero repito, estoy preparada para lo que pueda salir mal, mi cabeza funciona de esa manera y no lo puedo evitar.
Sobrevolando los Andes vi mi propia película, se me puso la piel de gallina pensando en esa gente sufriendo, con miedo, muriendo, intentando seguir un día más.
Y más me emociona saber que muchos lo lograron, que no se dieron por vencidos, que caminaron, caminaron, caminaron, se dieron fuerza entre ellos, tropezaron y volvieron a empezar, hicieron cosas impensadas, criticadas, castigadas… y hoy viven.
Cruzo los Andes con respeto, sonriendo en silencio con los ojos húmedos y homenajeando en mis pensamientos a quienes dijeron TODAVÍA NO.
Todos los días vivimos la vida dando por descontado que es para siempre, que nos merecemos cosas buenas, que nada malo puede pasar. Nos levantamos por la mañana ignorantes de lo que les pasa a los demás. Preparamos nuestro café en nuestra cocina perfecta y nos lamentamos por lo poco que dura la batería del celular.
Sería lindo que pudieran ver Los Andes, su inmensidad, su belleza, su peligrosidad.
Sería hermoso que apagaran la mente dos segundos y supieran que todo puede pasar. Lo bueno, lo malo, lo bello, lo injusto, lo que creemos que a nosotros no nos tenía por qué pasar.
¿Por qué a nosotros no?
Abrir los ojos, ser un poco más despierto, menos soberbio, más consciente, menos hiriente.
Ser un poquito más vos.
Muy lindo lo que escribiste.
Yo soy una que por 13 años dejó de viajar en avión por miedo. Ahora por suerte me "curé", un Rivotril y mentalizarme que si me tengo que morir puede ser en cualquier momento, y de vuelta a viajar.
Saludos!
V. Eso paso en la primavera del 72. Del 13 de Octubre hasta el 22 de diciembre.
Mio tio está alla todavia.
El papa de mi mejor amigo por suerte volvió y sigue con nosotros.
Como sabes quien soy, te digo que veas la frase bajo mi foto en twitter.
TODA MI VIDA VOY A ADMIRAR A ESOS QUE LO HICIERON, PORQUE NADIE LES AVISÓ QUE ERA IMPOSIBLE.
besos mil como siempre.
D.
Quiero que seas mi azafata cuando vuele por primera en mi vida en avión.
Gracias por escribir esto.
Saludos
V muy cierto y lindo lo que escribiste. Las veces que come sobre los andes me quede pensando eso. Y lo mismo cuando fui a Perú o sobre el océano.
Esta semana fue de mucho cambio para mi, nacieron mi hija y mi hijo, y no sabes como prensas cosas como estas.
Saludos
Pd: tu post sobre la apertura del cafe lo leí en la sala de preparto mientras estaba solo y me reía mucho. Me ayudo a pasar el rato de ansiedad.
Muy buen post!!!! Me encanto, tanta verdad.
Espero me toques como azafata en algun vuelo! Y poder reconocerte, obvio. Siempre viajamos con tu aerolinea.
Saludos!
Septimbre de 2013. Conferencia EXIT de Eduardo Strauch, sobreviviente de la tragedia de LOS ANDES. Uno de los de VIVEN.
2 horas contando todo, desde el inicio cuando tenían todo hasta estar allá arriba sin nada, solo ellos y la montaña. Una montaña de sensaciones, mollnes de cosas pasan por la cabeza, te transforma, te marca.
Fin. Salimos. 15 minutos para recuperar el habla, mirando la nada, no podía… no me salían las palabras… no podía pensar en otra cosa… me dejó pelotudo.
Este post me transportó a la montaña, a la historia, a Los Andes, a Strauch, a EXIT. Ese cartel verde que era lo único que veían cuando intentaban descansar por la noche y que les indicaba que había una Salida…
Leerte me alegra, me emociona, me transporta, me divierte… y THE ANDES me llevó nuevamente a quedarme pelotudo… por un rato… pensando.
Gracias. Enorme post.