Hay algo maravilloso que tenemos las mujeres.: la increíble capacidad de olvidarnos de quiénes somos realmente cuando queremos conquistar a un hombre. Lo mejor de todo es que, una vez conquistado, no lo recordamos en seguida si no que seguimos con el juego de la mujer ideal hasta tenerlo convencido de que valemos la pena. Y una vez ocurrido esto, de pronto recordamos que alguna vez tuvimos esencia y gustos propios y entonces aparecen los “tiempos”, los divorcios, las separación de bienes o el ya conocido “por qué cambiaste tanto?”
No cambiamos, solo estábamos fingiendo.
La verdad es que para conquistar a nuestro hombre ideal vestimos trajes de seres humanos que desconocemos completamente. Y en el proceso de engaño, nos engañamos a nosotras mismas.
Usamos cortes de pelo que detestamos toda la vida, escuchamos música que jamás nos interesó, gritamos goles de fulanos que no sabíamos ni en qué deporte brillaban y, sobre todo, nos depilamos demasiado.
Pero un día llega.
Todo llega.
Y la revancha de nuestra pequeña sensiblera odia deportes con aliento a 7 am y pelos pinchudos en partes insospechadas se hace notar y llega para quedarse.
Nos transformamos en un monstruo.
De pronto, sí nos molestan los pedos y los eructos.
De pronto, queremos dormir hasta tarde en vez de ir al Club del Torino una vez al mes el domingo a las 10 de la mañana.
De pronto estamos hartas de las cervecitas del after office con las compañeritas y no nos van ni un poco los copados de los amigos solteros o piratas.
La verdad que no.
El declive es inexorable.
¿Cómo frenar el previsible final del cuento de hadas venido película de terror?
Es un triángulo amoroso o ¿un tetra ángulo amoroso?
Al principio eran dos apasionados amantes, ella y él, o sea, la que te inventaste y tu enamorado. Pero de pronto aparece una tercera, que serías vos misma, la real… y un cuarto:
el monstruo en el que se convierte él al descubrir que en realidad sí te indisponés, que sos una celosa incurable y que te molesta que diga que él lava y deje las ollas con pedacitos de fideos secos sin refregar.
Apenas unos segundos después, vuelven a ser dos… ya que los “él y ella” iniciales están a años luz y sólo están vos y él. Los verdaderos. Los que se están mirando a los ojos en este momento totalmente sorprendidos.
No hay nada más real que ese momento.
Supongo que eso es lo que hay que amar.
Hay que amar el desorden y el caos que se desprende de la furia de los cuerpos de estos dos extraños. Del odio que se juran con el entrecejo saldrá, como un ave fénix, el nuevo amor… o no saldrá nada.
Son dos sencillas opciones, y, en el mejor de los casos, entenderán que la persona que tuvieron hasta ayer adelante era la misma que la de hoy, pero esforzándose por dar lo mejor de sí.
En el peor de ellos, no se reconocerán y se sentirán frustrados, engañados y estúpidos.
Los cuatro.
Debo replicar que "la increíble capacidad de olvidarnos de quiénes somos" también es aplicable a un hombre enamorado, y que la mujer ideal, es la que hace un felatio sin importarle la hora, el dia, el lugar ni NADA. 😛
Salu2
H.
Me pongo de pie y aplaudo!
qué fácil … no?