Mirar al cielo para hablarle a los fiambres es tan ridiculo como mágico.
Nos hace sentir mejor.
El concepto de cielo e infierno quizás les cierre a los religiosos, pero nosotros los que necesitamos ver para creer, somos un poco escépticos a la hora de comprar el cuento de un paraíso y un espacio de castigo.
Sin embargo, necesitamos ubicar a los muertos físicamente en algún lado además de adentro del corazón. Pensarlos sentados en una nube es infantil y gracioso. Pensarlos flotando extracorpóreos lo es aún más. Qué tal si los imaginamos como partículas o energía, simplemente existiendo en un cielo diáfano, siempre de día? Porque de noche están siempre abajo, alrededor nuestr)) en nuestro infierno. El verdadero infierno es la tierra, la vida, el día a día.
Miro el cielo (porque hay sol) y te imagino con cuerpo y salud, bardeando. Siempre bardeando. Imagino tu voz interactuando con fiambrines varios, incomodándolos con amenazas de explotarles enormes granos con pus en sus caras sin materia.
Tu sonrisa como un rayo atraviesa las capas de la estratósfera para clavárseme como una lanza. La recibo con gracia y mi propia sonrisa con lágrimas siente el pasado volver una y otra vez, preguntándote por qué dejaste tanto coso desprolijo; tanta jet stream de caos turbulento sacudiéndonos de manera constante y molesta.
Parecen llegar tus mensajes pero la señal es mala y se me vuelven confusos. A veces van en una dirección y a veces en la opuesta. Tu nube parece decir qué más da. Yo respondo que noes así, que no da igual, que sí que importa. Nosotros los que no estamos tan locos, tenemos reglas que vos jamás cumpliste. Tenemos culpa, la que no conociste pero que sin embargo me dejaste atravesada en la tráquea. Esas reglas y esa culpa a las que parecieras tan ajeno; dictan mis actos.
Intento ser libre cada día, pero hay días de barrotes gruesos y fríos con olor a óxido mojado y té negro sin azúcar.
Mi búsqueda de aceptación me ha llevado a maldecir días hermosos. Me encierro, me tapo, me oscurezco. Quiero que todos me amen y el mundo me responde que no es posible. Si Dios y el Dalai Lama tienen detractores por qué no los tendría yo? Me seco las lágrimas infantiles cuando escucho tu voz diciendo que deje de buscar hermanas en todos lados. Nada reemplazará lo que no fue, lo que no pudo ser. El asunto es que te culpo, te culpo, te culpo. Vos fuiste quien abrió una grieta que no pedí y que ya no puedo cerrar. Me quebré brazos y piernas intentando juntar las dos placas y finalmente caí en la lava ardiente del desequilibrio. Me quemé por dentro y por fuera, y como un esqueleto sin alma, camino las calles desiertas de cariño.
Te culpo aunque no te hagas cargo, te culpo por tus locuras, te culpo por no haber tenido la capacidad de razonar dos minutos antes de actuar. Sabés bien que llevé tu cruz en tu vida y en tu muerte. La llevé hasta 3 años después de aquella mañana de Mayo en la que mandibuleando te fui a despedir para siempre. Caminé por la ciudad, liviana durante un tiempo; pero en cuanto puse un pie en el césped, mi espalda recibió otra cruz. Más pesada, más clavada, con más espinas. Supongo que ésta me entierra, y cuando llegue el momento, nos abrazaremos en las nubes o en la lava; recordando siempre que hicimos lo mejor que pudimos con lo que teníamos, con lo que sabíamos y mientras tuvimos tiempo y cuerpo.