El idioma que tenemos en común.

Todos los días me pregunto hacia dónde va este blog, y un poco como me pasa con mi propia vida, las respuestas que encuentro se parecen bastante a estar completamente a la deriva.
No hay manera de catalogar la desprolijidad con la que vivimos, la contradicción de tener sentimientos diametralmente opuestos, la necesidad de estar bien con algo y con lo contrario a ello.
No hay manera de etiquetar este descontrol, no hay manera de que todo siga una línea. No podemos ser ésto, aquello, lo de más alla. Podemos ser, simplemente, lo que somos.
Y a mí  me gustaría que fuéramos todo. Todo eso. Todo aquello. Todo lo que podamos ser.

Hoy necesito contarles lo que hacen estas personas. Y para eso no tengo mejor manera que mostrándoles 3 videos. Les pido por favor que, con volumen en los parlantes, conozcan a  Theo, a Miley, a Frankie, ellos son tres rescatados por la organización Hope for Paws. Lejos de hacerles publicidad a ellos, o a Adopta un Galgo en Argentina, (la ONG que rescató a Ade), este post es para contarles lo que siento yo. Lo que hacen estas personas me conmueve hasta la última célula del cuerpo, me resulta inevitable llorar de principio a fin cuando miro los videos de los rescates, de las evoluciones en los hogares de tránsito, y los álbumes de fotos de los perritos adoptados con sus nuevas familias.
Hace muchos años que estoy en el rescate de animales desde mi casa. No pertenezco a ninguna organización, prácticamente no colaboro con ninguna, más que alguna ayuda monetaria aislada y no puedo hacer tránsitos en casa por lo díficil de mis horarios laborales; pero cuando me encuentro un perro abandonado en la calle que me mira a los ojos, sé lo que eso significa.
He aprendido a leer la mirada de los perros, y hay una mirada que dice “ayudame”, no se las puedo describir, es inexplicable, pero cuando el perro quiere irse con vos, te lo dice.
Ese es el idioma que tenemos en común.
Hoy está de moda rescatar, adoptar, difundir. Y es la mejor moda creo yo, ojalá dure toda la vida, ojalá todos la usen, ojalá se propague como un virus, a nivel mundial. Hoy, nosotros los que morimospor los animales, damos las gracias a que algunas personas del ambiente artístico (Anita Martínez, Candelaria Tinelli, Nicole Neumann, Silvina Escudero) compartan, difundan y ayuden a estas causas.

No sé en qué momento exacto empezó a ocurrir esto. No sé cuántos años tenía cuando con mi hermana sacábamos las garrapatas de los perros de los baldíos y los íbamos a regalar puerta a puerta en Chascomús. No sé cuándo me dí cuenta de que rescatar era una gran inversión de recursos, tiempo y esfuerzo, pero sí puedo decirles cuándo fue que dije “esto es lo correcto para mí” y eso fue el día que conocí a Bamba.

Hoy, muchos años después de su llegada, y algunos después de su partida, respiro su aliento putrefacto como si estuviera acá, sonriendo al lado mío. Ella fue la razón por la que yo decidí fundar mi propia organización. Que va a ser fácil? No, va a ser casi imposible. Que lo voy a lograr pronto? No, seguramente me lleve años. Que va a ser barato? No, voy a necesitar todo lo que tenga, lo que ahorre, lo que pueda conseguir. Pero ese lugar, es un hecho. Ese refugio, ese lugar, esa institución va a existir. Es de lo único de lo que estoy segura en esta vida, por más a la deriva que esté, por más planes que haga y deshaga, por más aviones que me lleven y me devuelvan, SE QUE VA A OCURRIR.

Esta es una etapa de aprendizaje. Todos los días conozco personas maravillosas que rescatan, difunden, ayudan, hacen tránsitos. Y de todas saco algo, de todas aprendo algo. Hoy no es el momento de construir caniles y contratar personal. Sería humanamente imposible en este momento de mi vida. Pero yo sé esperar. Mientras tanto, aprendo a hablar el idioma de estos culins, me los encuentro en la calle, los subo a casa, comemos algo, dormimos y buscamos una casa nueva para todos ellos. Varios han pasado por aquí, perros, gatos. Todos se han llevado un pedazo de mi corazón. Todos me han dejado algo enorme y no me he olvidado de ninguno de ellos. Te marcan para siempre esos ojos, te marcan las palabras que te dicen en ese idioma que inventamos entre los dos.

Si algo me queda por decirles, por pedirles, es que si sienten que pueden ayudar, lo hagan.
Es increíble la cantidad de gente que es dañina con los animales. Aunque yo no pueda entenderlo, hay personas que disfrutan matando, lastimando, pegando, prendiendo fuego, mutilando y torturando animales. Los hay por montones. Los explotan, los maltratan, los matan de hambre y en el mejor de los casos, los abandonan.
Ahí es cuando entramos nosotros, ahí es cuanto entras vos. Ese animal que está tirado en la plaza, o en la esquina de tu casa, puede haber salvado su vida de casualidad de las garras de un animal humano. Sabías que los perros jamás lastiman por placer? Sabías que jamás atacan por el disfrute de ver sufrir al otro? Entonces… quiénes son los animales…? Ellos… o nosotros?
Por cada uno de estos hijos de puta, tiene que haber 10 de nosotros. Por cada uno de los que patean un perro y les prenden fuego el lomo tiene que haber diez como yo, como vos, abriendo las puertas de su inmaculada y perfecta casa por la noche, para dejarlo dormir tranquilo en una mantita, a pesar de sus pulgas, su sarna y su mal olor.
Te aseguro que lo que devuelven es mucho más grande que si te mean el living o te muerden un sillón. La gratificación supera por millones las noches sin dormir por su llanto, los gastos de veterinaria, las miradas de desaprobación de tus vecinos.

Probalo UNA VEZ.
Intentá hablar el idioma UNA VEZ.
Unite a los que intentamos tirar la balanza para este lado.
Y que la vida sea más desprolija, más enquilombada, que se suelten las riendas, que todo pierda el sentido, que se desordenen los horarios, que te preguntes a vos mismo QUE ESTOY HACIENDO.

Me miro a los ojos enfrente al espejo y me pregunto “QUIEN SOY?”
No soy azafata.
No soy escritora.
No soy la hija de mis padres.
No soy amante de la música.

Soy protectora de animales.
Y eso, es lo que quiero ser.

(Ahora si, les dejo la canción de este post. Pinche.)

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El vestido que tenía el día en que te conocí

(Pinche)

La primera vez que me apoyaste los labios, estaba segura de que no era lo correcto.
Cerré los ojos y (podría asegurar que esto ocurrió hace millones de años) te agarré las manos.
No fue ese el día en el que me desnudaste por primera vez, pero fue el día en el que la cabeza se me dio vuelta, y entre temblores, regresiones, culpas, y un estado volcánico en la piel, te besé, me reí de mi misma y de mi falta de cordura, te besé, me reí de vos y de tus pavadas, y te besé; te besé como no se deben besar a los hombres peligrosos, a esos de los que se sabe poco, a los de los ojos que te miran sin los ojos, a los que sonríen de esa manera que se te clava adentro, como las enfermedades terminales, como los finales anunciados, como las curiosidades letales.
Y se nos fue el momento, y me escapé, como suelo hacer en las mejores partes.

Todas las veces nos despedimos sin planear la próxima, así de confiados estábamos en que la vida sería justa y buena con nosotros.

Por supuesto que yo estaba mareada y poseída.
Claro está, había tomado de más. Estaba en el punto justo en el que el propio cuerpo es un diamante que uno desea hacer brillar, y en el que el cuerpo del otro es el único que lo puede lograr. No había hombre sobre la tierra que pudiera igualar tu belleza, el olor de tu piel, la certeza de tus manos y todos tus encantos, el saber, el estar, el no poder esperar; el abrir los ojos únicamente para asegurarse de que lo que estaba pasando era real.

Recuerdo haber reído fuertemente unos segundos antes de pedirte que me saques la ropa.
Sí, te lo tuve que pedir.
Fuiste lo suficientemente manipulador y caballero como para hacerme consciente de que lo que estaba a punto de pasar, ocurría, no solo bajo mi consentimiento, sino por mi expreso y desesperado pedido.
Recuerdo haber llenado mi pecho de aire hasta doblarlo de tamaño mientras me recorrías con los labios. Recuerdo querer arrancarme la poca ropa que me habías dejado, de alguna manera mágica y sobrenatural, pero me hiciste esperar, me hiciste tener paciencia, me hiciste arrugar los dedos de los pies, me hiciste suplicar.
Así sos con el amor.
Me corría por las venas una mezcla de desesperación etílica y ansiedad divertida, me sonreía y me tapaba la cara, mientras tus manos me hacían cosquillas; mientras en algún lugar cerca de los pies de la cama, me besabas con las manos y la lengua, con las piernas y los brazos, con los ojos, las pestañas, con la piel.
Si la luz estaba encendida o apagada, no lo sabría decir, yo te veía perfectamente. Te veía más allá de mis párpados cerrados, de estar de frente o de costado, te veía cuando te daba la espalda y me acariciabas de atrás.
Por momentos quise dormirme, desmayarme, desaparecer.
Cómo hacer para que ese momento durara por siempre? Cómo lograr no advertir que ya era de día, que todo esto no correspondía, que no podía existir tanto placer.

Me diste vuelta una y otra vez, me miraste a los ojos, me llevaste de los hombros, me torciste la cintura, me hiciste doler. Intenté no gritar todas las veces, pero fue imposible, no pareció importante, sino excitarte aún más. Me tocaste los labios, te besé las manos, me miraste los labios, te besé los ojos, me acariciaste los labios y te besé entero. Desde el día que me puse el vestido con el que te conocí, supiste que estoy hecha para besar, y que mientras me sigas tocando así, no habrá manera de no hacerlo, será imposible evitarlo, podremos no planearlo, pero sabemos que va a ocurrir.

Mientras me ponía el vestido que usé el día que te conocí, no tenía idea que ibas a acariciarme la mano sin conocerme ni que ibas a romper las reglas como lo hiciste después.
Lo miro colgado en mi habitación, vacío de mi cuerpo, frío pero expectante, sabiendo que ésto no terminó. Con la mente en blanco me acaricio los labios y las imágenes de tus manos en mi cadera, mirándome como si yo fuera lo más precioso, me vuelven a marear. Es imposible no recurrir a esos recuerdos para invocar todos los deseos, para conseguir tenerte al menos flotando encima mío una vez más.
Sos la encarnación del deseo más demoníaco que ha encendido mi cuerpo alguna vez.
Sos, contra todo pronóstico, lo único que necesito para entregarme entera, para mojar mis manos, para doblar mi cuello, para caer rendida, para estar perdida, para jugarlo todo, para sufrir heridas, para ganarle al tiempo, para cortar las bridas, para descubrir el fallo, romper el ritmo, encontrar la salida.

El vestido que vestía cuando te conocí fue usado dos veces desde que bailé ante lo indisimulable de tu mirada, vacía hasta ese día. Las dos veces, volví sola a casa,  me lo saqué yo misma, ebria a las 9 de la mañana, intentando no caerme mientras me bajaba las medias. Las dos veces quedó arriba de la pila de ropa en mi habitación; sin haber triunfado, sin haber logrado que tus dedos fueran más allá de su superficie, ante los ojos de cientos de desconocidos, disimulando lo obvio, lo que algún día no podríamos ocultar, con miedo a no estar haciendo lo correcto, con miedo a no ser lo que se espera de uno, con miedo a lastimar.
Ahora mismo no podría asegurar si estar desnuda encima tuyo fue un sueño o fue real.
Puedo verlo, puedo casi olernos, pero… fue verdad?

Mi vestido cuelga de una puerta de mi armario, limpio, histórico y perfumado.
Ahí quedará, esperando que la próxima vez que lo vista, sean tus manos quienes lo arruguen, sea tu boca quien lo levante, sean tus labios quienes lo mojen, seas vos, quien lo vea caer.

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Humildemente

(Pinche)

Alguien me alcanza un vaso con algo de tomar. Lo tomo confiada, yo soy así, confío en los demás.
Caigo en un sueño muy profundo, me despierto dos semanas después.
Hemos ganado la copa.
No entiendo qué pasó en el medio, no recuerdo haber visto la final.
No importa, me levanto para un vuelo, me baño, me visto, me peino.
Salgo a volar.
Recorro la autopista hasta Ezeiza con los ojos entrecerrados, confusa, prestando atención a cada detalle, a lo que sea que la vida me pueda decir.
Lo último que recuerdo son cien mil memes de Sabella casi desmayado, con Leonardo Di Caprio abrazándolo de atrás, esquivando balas con Neo, con Lilita Carrió acostada a sus pies, saltando de un bungee jumping, cayendo por una piña de un video juego y tirando unas fichitas de dominó.
Respiro profundo, llego a sala de briefing, me saludo con mi tripulación.
Dónde vamos?
A San Pablo.
Full de pasajeros adelante, full de pasajeros atrás.
162  Brasileros sedientos de venganza, colmados de odio, de rencor, de recelo.
Lo único que me importa es conservar mi puesto de trabajo, así que no sacaré el tema.
Despegamos, sueltan los cinturones, cierro la cortina, armo el carro.
Amablemente les entrego sus toallitas sauna para que limpien sus células ardientes, les sonrío tímidamente, me las devuelven sucias y arrugadas, puedo adivinar una camiseta amarilla debajo de sus ropas, puedo notar el monstruo latente en sus miradas.
Me encierro en el galley, no sé si podré lograrlo.
Miro por la ventana, el cielo es celeste y blanco. Me sueno el cuello, crack, crack. Para un lado, para el otro, abro la cortina y salgo a jugar.
Con la primera bandeja se entonan en mi cerebro los primeros acordes del Himno Nacional Argentino, se me eriza la piel, sonrío a pesar del juego macabro que me juegan las neuronas, todas las palabras fallidas quieren salir de mi boca, todas las gastadas, todas las risas, toda la maldad.
Pero soy profesional.
Les sirvo vino Malbec, hecho en la provincia de Mendoza, República Argentina, podría también tomar un Cabernet proveniente de Chile pero con su plato, le recomiendo el Malbec. Lo aceptan gustosos.
Quiere una COPA di agua? Me miran fijo, a punto de estallar.
Creo que se dice copo chi agua. Mala mía, perdón.
En la fila 1 se conserva la calma, en la fila 2 me miran mal, pero en la fila 3…
Mientras les entrego sus ñoquis de mandoquiña y un exquisito Chardonnay, el pasajero de la ventana me pregunta con ojos maliciosos.
“Has visto el partido?”
Las dos semanas previas me atraviesan como un flash. Miles de hashtags me penetran la mente, fotos celestes y blancas, papelitos, gritos, el obelisco reventado, la Xipolitaquis siendo garchada por 23 tipos, Pelé llorando con Xuxa, los Argentinos olvidando por un momento que estamos condenados, Boudou vaciando las cuentas, Tinelli facturando más, (si es que eso es posible), mi amiga Julia llorando enloquecida, Messi besando la copa, Messi besando la copa, Messi besando la copa.
“El…el partido?”
“Si, el partido.”

Vuelvo un par de días atrás.
Si gana Brasil está arreglado, escucho a un hombre decir.
Pero si gana Argentina no, porque nosotros somos sudor y lágrimas, nosotros lo merecemos, nosotros jugamos genial.
El Goyco canta Notte Magiche mientras se prueba sus eyelite.
Nos merecemos ganar porque necesitamos olvidar.
Todo el tiempo, todos los días, todos nosotros.
Y entonces, qué pasará? Vestiremos los colores de nuestra bandera durante los días que dure la euforia y unos minutos después nos volveremos a odiar. Los rochos volverán a ser rochos, ustedes se encerrarán en sus barrios privados y acá abajo, en el infierno, todo seguirá igual.
Si no somos más que nazis actuando en defensa propia, si odiamos al que está parado al lado, si no sabemos cómo votar.
Este circo está resultando genial.
Ayer lloré imaginando a mi abuela cantando el himno en el cielo.
Puedo ser más imbécil? Si, puedo. Denme tiempo y se los demostraré.
Un chofer de mi empresa gritaba por la ventana a unos loquitos que festejaban saltando envueltos en banderas “Seguimos en defaaault!! No festejen tanto que seguimos en default!!!” y yo me reía, porque soy azafata tarada, me río porque pienso que siempre voy a caer de pie. Y porque la vida me enseñó a agarrarme de todas las pequeñas alegrías, por más idiotas que sean, por poco sentido que tengan, por muy imbécil que me haga parecer.

“No, no vi el partido. Verá, es que no me gusta mucho el fútbol.”
“No te gusta el fútbol? No te gusta ver jugar a Argentina?” Pregunta mi pasajero de la 3 Alfa sorprendido y creyendo acertadamente que le tomaba el pelo.
“Es que no lo entiendo, no sé bien para qué lado patean”.
Nos intercambiamos unas miradas serias y prendidas fuego. El tipo tiene exactamente el mismo corte de pelo que Neymar.
Termino la fila del otro lado y me vuelvo al galley. Me suena el Interphone, son los chicos de atrás. Parece que en la salida de emergencia casi se cagan a piñas con un pasajero.
Voy a poner paños fríos, intento tranquilizarlos, cambio de tema. Me tratan mal, me insultan con sus miradas, me quieren esclavizar.
A medio segundo de decirles A VER MINIONS SI SE CALMAN, lo pienso mejor y me callo.
Con todo mi ceremonial estudiado pido disculpas en nombre de Zuñiga y la tercer vértebra, digo… en nombre de mi empresa y mi tripulación, y me vuelvo al galley.
Alguien tiene un diario viejo? Alguien me puede decir qué diablos pasó?
Termina el vuelo, uno de los más tensos y conflictivos en casi 6 años de evasión.
Vuelvo a casa por la autopista, en el aire se respira una ola de esperanza, un frío reconfortante, una hermandad muy esperada, una bondad como ilusionada, como que te hace bien.
El fútbol nos ha hecho un gran regalo, parece ser.
Me meto en la cama sabiendo que algo extraño está por pasar.
Despierto al día siguiente del triunfo con Bélgica. Estoy en mis días libres, es un domingo lluvioso de agua nieve, Adela me meó el colchón, cagó en el living, tengo platos sin lavar, ropa para colgar, para planchar, para guardar.
No hemos ganado la copa. No hemos perdido tampoco. Todo puede pasar.
Seguimos cantando Brasil decime qué se siente cuando no sabemos si vamos a volver con el culo roto y el orgullo por el suelo, siendo gozados por la samba de sus venas, por su alegría interminable, por sus mujeres sin celulitis y la feijoada de la concha de tu hermana.
Sin embargo, no nos callamos.
Somos agrandados como nosotros solos, somos creídos, soberbios, somos lo más grande que hay.
Nos reímos de los Uruguayos, nos reímos de los Ingleses, nos reímos de los Chilenos, de las lesiones, de los malos arbitrajes, de los penales errados, de la mala suerte y nos reímos porque les cabió.
Borrachos comiendo asados, gritándole a la tele como expertos en tácticas y jugadas, tuiteando fotos del Papa, de jugadores con abdominales, escribiendo comentarios maliciosos, o simplemente GRACIAS DIOS.

Me levanto de la cama, siento los cuartos de final en mi garganta, siento a Di María lesionado, al Kun arruinado, intento ser humana y escribir un Fuerza Neymar. No me sale. A ellos les hubiera encantado que a Messi alguien lo partiera al medio como en el Batman de Cristian Bale.
Todo puede pasar.
Nos corre furia por las venas en este momento, necesitamos, queremos, y creemos, íntimamente, que vamos a ganar. No lo decimos para no lechucearlo. Seguimos con nuestras tontas cábalas partido tras partido, avanzando pasito a pasito, intentando ser lo humildes que jamás nos enseñaron, intentando disimular la alegría, la ansiedad.

Pero qué le vamos a hacer, SOMOS ARGENTINOS, somos lo peor de Sudamérica, tenemos genes malos, somos garcas y sobradores, jamás sabemos perder, somos chantas y trabajadores, somos truchos, graciosos, compradores, somos simpáticos, somos pajeros, somos vividores, somos despiertos y cancheros; estamos convencidos de que estamos bendecidos, de que volamos más alto que el resto, de que los demás no existen, de que la culpa es siempre del otro, de que no nos equivocamos jamás.

La copa no es nuestra todavía. Sabemos que todo puede pasar. Respiro profundo y hago diez mil juramentos, hago promesas y sacrificios al cielo para que nos permita ganar.
Y si ganamos seremos lo mejor del mundo, nuestro país será el más grande, el más hermoso, el más unido.
Y si perdemos… estaremos aturdidos, lloraremos en los supermercados, estaremos deprimidos. Recordaremos el país de mierda que tenemos, a nuestros gobernantes, a los ladrones, a los multimillonarios garcas, a los asesinos. Armaremos un estallido social, romperemos vidrieras, le pegaremos a la gente en la calle, la culpa será de los vecinos, arderán negocios todos los días, mandaremos al hospital al brasilero que trabaja en el garage, nos enfrentaremos con la policía.

Pero todavía no.
Hoy somos magníficos, no nos adelantemos.
No pensemos en cosas feas, no echemos a perder lo lindo.

Me sirvo un trago, me sueno el cuello, abro la ducha.
Adela duerme en el sillón y Marina Diamandis suena en los parlantes del living.
Me meto abajo del agua con los ojos cerrados, y mientras me enjabono, la mente se me pone en blanco y me sonrío.

Qué lindo es el mundial, la concha de la lora.
Y qué lindo que es ser Argentino.

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Existe el cielo?

(Pinche)

No, no quiero hablar de la biblia. No quiero hablar de Dios.
No quiero hablar de lo que te enseñaron en tu colegio católico apostólico romano.
Hablemos de lo que sentimos, de lo que vemos, de lo que queremos creer.
Existe el cielo?
Realmente crees que existe el cielo?

Me seco los ojos, una y otra vez.
No dejan de desaparecer los seres más bellos y únicos que este mundo ha visto nacer.
No dejan de irse, no dejan de abandonarnos, no dejan de desaparecer.
Pero… dónde van?
Acaso se visten de blanco y golpean las rejas hasta que alguien les viene a abrir?
Acaso degustan frutas y postres, tragos y manjares, rodeados de nubes, escuchando su música predilecta, reencontrándose con aquellos a quienes más amaron, a quienes conocieron, a quienes querían volver a ver?
Acaso se ganaron un espacio en ese paraíso blanco sin aviones, sin presiones, sin cuerpo ni temor?
Están allí?
Existe allí?
O es toda una gran mentira para que no le temamos a la muerte, para que vivamos pensando que este es un tránsito indispensable para conseguir el paraíso, para llegar a lo que realmente vale la pena, para conseguir la paz?

Dónde mierda están?

Desde hace meses tomo una cantidad de alcohol inigualable, tengo un dispenser personal de líquido bendito que me protege de mis propias ideas, que me anestesia, que me permite volar.
No quiero estar en este mundo mientras ustedes lo abandonan. No quiero vivir este día a día que no he sabido programar debidamente, en el que no me supe procurar seguridades, en el que mi Hedonismo Junkie me ha transformado en esto que soy. No quiero estar sobria mientras sus pieles se ponen frías, mientras me siguen activando las guardias justo cuando estoy a punto de morir.
Prefiero olvidar, prefiero no pensar, prefiero escapar.
Tanta muerte me saca la vida.
Dejen de morirse por el amor de dios.
Dejen de morirse un poco, quédense a vivir esta mierda conmigo, quédense a protegerme de mí misma, a cuidarme de este cerebro que no sabe parar.
No pueden permanecer quietos, permanecer vivos?
No pueden abrazarme en silencio un ratito más?

No pueden quererme muy fuerte un poquito más?

Me duermo.
Me duerme el mareo. Me duerme su muerte. Me duerme el dolor.
Elijo no volver a enamorarme, elijo permanecer sola, elijo el rincón.
Los riesgos que se corren al amar son demasiado altos, las heridas muy profundas; amor, comodidad, desaparición.
Dejen de desaparecer.
O dejaré de amar.
No es una amenaza, es una promesa.
Dejaré de amar.
Miraré el cielo, si es que el cielo existe, y les diré que por su culpa dejaré de amar.

Cierro los ojos con un mareo etílico profesional, y caigo sobre la cama.
El mundo da vueltas, yo estoy quieta.
El mundo es un gran descontrol, no hay manera de que juegue bien este juego, nací perdiendo, nací para romper las reglas, nací para hacer todo mal.
Lo siento, ustedes los que tenían expectativas, los que confiaban en mí; no voy a hacer más que fracasar.
Mi libro será una mierda, mi casa estará mugrienta, mis remeras arrugadas, mis vuelos demorados, mi pelo enredado, mis poesías muertas, mi teléfono sin batería, mis tetas caídas, mis labios deformes, mi risa inconclusa, mi mente fatal.
No voy a hacer más que lamentarme mirando el cielo, no voy a hacer más que llorar.
Ustedes los que vinieron a reirse de mis genialidades, les ofrezco algo a cambio: pueden reirse de mí. Me da igual.
Seguramente mis ovarios ya no funcionen, mi corazón falle, mi cerebro me traicione, mis manos tiemblen, y yo no sea para nada confiable.
Miro el cielo, una y otra vez.
Nubes, nubes, solo nubes.
Ustedes no están en ningún lugar donde se los pueda ver.
Y me canso de buscarlos, de esperarlos, me canso de perder.

Mañana por la mañana estaré sobria y con dolor de cabeza.
Mañana pensaré que es una mierda que haya subido este vómito de ira a mi preciado blog.
Mañana no recordaré por qué tanto odio con el cielo, por qué tanta incomprensión con el universo, por qué tanta tontería e inmadurez.
Mañana seré una señora seria y lógica.
Mentira, nunca lo seré.

Me acuesto vestida, me tapo con zapatillas, los gatos me miran, la perra se compadece de mí.
UN GALGO RESCATADO DEL MALTRATO SE COMPADECE DE MÍ.
Patetismo sin fin.
Apago el cerebro, se me aparece un cielo y mientras pido un deseo
Gustavo abre los ojos en su cama y empieza a cantar una canción,
Juanki y Abole cocinan a las risas
la Bamba corre enloquecida
y yo, sin enterarme de nada, me subo a un avión.

Existe el cielo?
O sólo existe el amor?