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Me llegó un mail.
Estoy sentada enfrente a la computadora, con un té con miel y limón a mi lado y Emma Hewitt en mis auriculares aullando que sigue esperando.
Lo abro, es un virus, algo que se esparció por todos lados y nadie se molestó en leer.
Lo voy a leer porque es Domingo, lo voy a leer porque no tengo amor y porque soy mejor para dar consejos que para vivir mi propia vida.
El mail dice debo salvar un perro, bajar dos kilos, hacerme depilación definitiva. El mail dice que debo viajar, que debo estudiar varias carreras, que debo comprar 15 empanadas al precio de 12.
El mail dice que mi pelo podría ser perfecto.
Que un auto me espera.
Que el tercer par de botas va gratis, que el terreno en Canning estuvo en mis sueños, que el  sillón en el que estoy durmiendo intenta asesinarme y que debo tirarlo ya.
El mail dice que estoy muerta, así que me chequeo el pulso.

Me tomo un ibupirac, un qura plus, un refrianex. Me tomo un valium, un rivotril, un alplax. Me tomo un té con leche, un campari, un fernet.
Me tomo un taxi, me voy a Ezeiza, me voy de acá.
Toco los perros de Madrid, toco perros en Paris, busco perros perdidos en Berlin. No hay.
Me duermo en un tren, me tomo otras pastillas.
Despierto en tu casa.
Qué hago acá?
Bajá a abrirme, me quiero ir.
Toco perros en la esquina de tu casa, vomito el té.
Tomo el 102 al planetario, está cerrado.
Entro al jardín japonés, le saco fotos a los koi, le tiro pastillas de colores, saltan, vuelan por encima de mi cabeza, hacen triple mortal, se zambullen y me guiñan los ojos, los acaricio y se me mojan las mangas.
Me voy.
Entro a un starbucks y me robo las mentitas. Le pido un té y le digo que me llamo “la concha de tu madre” pero no lo quieren escribir. Me niego a aceptar un té que no lleva mi nombre así que me voy.
Me siguen los perros.
Me despierto en mi sillón. Tomo ponstil forte. Me abrazo a la almohada, se mancha de limón y miel.
Me corre por las venas limón y miel.
Busco algo para ver el color de mi sangre, necesito un cuchillo, una tijera, una gillette.
Mientras sangro, vuelo por la habitación.
Esto es morir?
Esto es enloquecer?

Despierto en la pista de baile.
Todos bailan.
Los miro de cerca, sonríen, se abrazan, cantan.
Intento salir, son demasiados.
Llego a la puerta, salgo a la calle, dejé mi campera adentro.
Me apuro hasta 9 de Julio, cruzo corriendo, me miran los perros, me siento en Lima y Moreno, me quedo esperando acá.

Pasan las horas.

Un auto frena, me subo.
No sé quien es.
Me deja sobre la ruta 2.
Camino 3 kilómetros, abro con mi llave y me meto en la cama.
Se fue el frío.
Y me quedé tan sola.

Los he enterrado a todos.

Abro los ojos, estoy en un avión.
Decido hacerme un té.
Me río de algunos chistes, me pinto las pestañas, miro por la ventana.

Dónde están todos?
Dónde estamos?
Esto no es un lugar.
El cielo no es normal, qué hago acá?
En este preciso momento, no estoy en ningún lugar.

Respiro profundo.

Qué bien que está no estar en ningún lugar.

Abro los ojos, se ha enfriado mi té.
Chequeo mi pulso, parece normal.
El mail va a la carpeta de spam.
No se puede creer en todo lo que uno lee.
Ni en todo lo que uno mismo puede llegar a pensar.

No se puede creer en uno mismo.
Definitivamente no.

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