Debo incursionar en una entrada diferente, ya que la situación lo merece.
Esta entrada relata la aventura de 5 tripulantes y un front desker de hotel 5 estrellas, en su viaje por Europa del este.
Todo comenzó en unos cuatro eles, un año atrás, cuando mareados de alcohol decidieron emprender la organización de la visita a tierras Europeas. El planisferio empezó a dibujarse de esta manera, Buenos Aires, Santiago, Madrid, Londres, Berlín, Cracovia, Praga, Buenos Aires.
Cada uno tomaría los aviones que fueran necesarios para encontrarse, finalmente, en Berlín. El 21 septiembre, el día de la primavera, en un departamento de alquiler en el lado este, Friedrichshain para ser mas exactos, después del mediodia.
Llegué a Madrid el día 16 de septiembre. Pasé tres días desmayándome de calor, caminando con zapatillas inadecuadas y testeando la calidad de las croquetas en cada bar.
El 20 de septiembre a las 4.30 de la mañana me dirigí al aeropuerto de barajas. Embarqué en el primer vuelo de iberia sin problemas, y una vez en Heathrow, me encontré con el hermoso rostro de mi Pando Fantastique, la última persona de este grupo que me tocó conocer, y casualmente, la persona que quiero ver hasta mi último minuto de vida.
Teníamos solo un día para recorrer Londres. Era su primera vez en la ciudad, y mi quinta.
Londres.
Después de dejar las valijas en el hostel, salimos con el mapa a caminar por la ciudad. Russell Square, Leicester Square, Covent Garden, Soho, Carnaby, Bar Italia, Oxford Circus, Piccadilly Circus… Algunas compras, los olores de la comida de mercadillo, fotos por todos lados, mind the gap, look right, look left y, finalmente, por la noche, London Eye, Westminster Abbey, Big Ben y double decker. Volvimos agotados, una ducha en los baños comunes del the generator, el mejor hostel de Londres, y a nuestra camita cucheta en habitación de 12 personas. Precio? Alrededor de 29 euros. Por qué sigo yendo a hostels con habitaciones comunitarias? Porque me hace sentir joven Y porque ese hostel fue el primero que pisé cuando cumplí mi sueño de conocer Londres, y es una cábala y un deseo hospedarme ahí cada vez que voy. A la mañana siguiente, Pando y yo salimos para Heathrow en subte. Llegamos temprano y embarcamos perfecto, por British, rumbo Berlín. En el aeropuerto de Londres nos atendió una chica que nos ayudó a chequearnos en una máquina, la cual a pesar de estar sujetos a espacio, nos dio asientos directamente. Infartante.
Dos horas y minutos después, aterrizábamos en Tegel. Mientras buscábamos algún dibujo que indicara BUS, nos dimos cuenta de que, Johnny Fantastik y Fergie estarían llegando apenas en 20 minutos en su vuelo Lufthansa, via Frankfurt.
Los esperamos con un cartel escrito que decía LES FANTASTIQUES.
Al cruzar la puerta auomática, con expresión cansada y abatida, no nos vieron, lo primero que divisó Johnny fue el cartel, y después, mi cara detrás de él. No sé por qué al salir de las puertas uno tiende a leer los carteles aunque sepa que nadie va a ir a buscarlo. Supongo que serán las ansias de tener alguien amado en cada puerto, que espere por nosotros.
Fue una linda sorpresa verlos salir, ya que no sabíamos en qué vuelo venían, ni si habían podido embarcar. Se iluminaron sus caras al vernos y nos abrazamos a los saltos ante los ojos represores de la frialdad alemana aeroportuaria. BUS al TREN y TREN a CASA.
Nuestro departamento estaba en el lado ESTE de la ciudad, apenas unas 15 cuadras de la Galeria del este, que no es otra cosa sino cuadras y cuadras del antiguo Muro de Berlín, en su ubicación original, conservados y pintados por artistas a partir del año 91.
La ubicación era perfecta, no quería quedarme en ningún otro lugar que no fuera el Este.
La Stralauer Alle es algo gris y nostálgica, puentes, río y verdes árboles. Gente que pasea perros y una fiesta electrónica clandestina funcionando 24/7 a la que no nos dejaron entrar. Por borrachos, por sudacas, por argentos, quién sabe por qué. Nos acomodamos y nos tiramos todos en la misma cama, supermercado, ducha, inodoro. Lavarropas! Fui feliz, amo los lavarropas. Lavé sistemáticamente la ropa de cada uno de los Fantastiques cada tarde, cada noche, cada mañana.
Unas horas después, llegaron los Osos. Oso uno, Isabello y Oso dos, el uruguayo.
El festejo fue total.
Algarabía de cronopios, bailes, fotos, disfraces, cerveza, sanguchitos, sonrisas, risas y carcajadas.
Estábamos todos en Berlín.
Berlín.
Principalmente quiero decir que tres días en Berlín no es nada.
A aquellos que me dijeron “Anda tres dias porque no hay mucho para ver” les digo que su consejo es horrible.
Berlín es precioso, hermoso, grande, completo y está lleno de cosas para que minuto a minuto, te sorprendas y vuelvas a empezar.
Visité Sachsenhausen, que es lo primero que quiero destacar. Sachsenhausen es un museo del holocausto que funcionó desde el año 38 hasta el termino de la segunda guerra, en el 45, como campo de concentración y exterminio de prisioneros políticos soviéticos, judíos, homosexuales, gitanos, y que atentaron contra la pureza de la raza, entiéndase por esto, un alemán que tuvo sexo con un judío. Sachsenhausen está al norte de Berlín, a dos horas de tren aproximadamente. La entrada es libre y gratuita y hay audioguías en todos los idiomas. Está prolija y alemanamente organizado y ordenado y fue construido con la “geometría del terror”, esto quiere decir, que en cualquier lugar del campo en el que te encontraras, barracas, prisión, cocina, patio de revista o campo especial, podías ser alcanzado por la ametralladora ubicada en lo alto de la torre uno. Eso sería una geometría perfecta.
Entré a las barracas, entré a las cocinas, entré a los baños, entré a la prisión y al campo de fusilamiento. Conocí los crematorios y las antiguas cámaras de gas, derrumbadas.
Hay gente que está en contra de que estos campos se hayan convertido en museos, de que estén abiertos a micros de adolescentes de secundaria que comen chicle y escuchan ipods mientras los guían entre los corredores de la muerte. Personalmente, creo que esta muestra permanente del horror cometido, es la forma de no olvidar. Cada persona lo vivirá de una manera diferente, habrá quien llore, quien se conecte con el lugar, quien se ría y haga chistes, quien se incomode, quien vomite… Pero nadie, NADIE saldrá como entró a Sachsenhausen. Nadie.
Pero Berlín es más.
Checkpoint Charlie, era un paso fronterizo entre el lado este y oeste del muro. Del lado este los rusos, del lado oeste, los americanos. Hay fotos, un monumento y la casilla donde se presentaban los pasaportes para pasar de un lado al otro. La historia del muro, los que quedaron de un lado, los familiares del otro lado, los aliados, la construcción, la arquitectura, los muertos, la prohibición, la ofensiva, la invasión… Hay que verlo, hay que sentirlo.
Por momentos, nuestras risas se callaban y cada uno recorría en silencio una parte del muro, del checkpoint, de la Puerta de Bradenburgo, o Alexanderplatz… Sintiendo cosas que solo cada uno sabrá describir.
Hacía frío en Alemania, caminamos con nuestras narices rojas, moqueando y abrazándonos mucho para las fotos, mucha cerveza, muchísima comida, salchichas en la calle, bollitos dulces, chocolate con almendras y avellanas, caminatas, imancitos y búsqueda de wifi.
Finalmente, armamos nuestras valijas, alquilamos un auto y abandonamos Berlín.
Me despedí besando el aire y entiendiendo que en un lapso de tiempo muy corto para lo que es la historia, les tocó vivir cosas terribles. Siempre recordaré Berlín y a los Berlineses con cariño, si cada pueblo tiene el gobierno que se merece, que es lo que dicen por ahí, me gustaría pensar que han cambiado y que en el futuro estarán mejor y mejor. Cosa que me gusta pensar también para los Argentinos.
Alquilamos un auto para 7. Eso sería, nosotros 6 y los muertos de valijas que traíamos. Todavía no me explico como metimos una valija grande, 5 carryons y varios bolsos en ese auto.
La carretera hacia Polonia era una verdadera garcha.
La ruta dos es una seda al lado de los saltos que pegábamos en ese asfalto.
Lo primero que vimos de Polonia fue una estación de servicio en la que pudimos agarrar wifi, sanguches, coca cola y hacer pis.
Nos quedamos un rato sentados al sol, sin entender bien adonde íbamos ni por qué. Seguimos viaje y llegamos a Cracovia a las 6 de la tarde.
Nuestro departamento, ubicado en la Plac Szepanszki, no podía ser más hermoso.
Una vez más, lavarropas, aunque esta vez no lavé porque no tenía jabón en polvo, ya que lo había dejado en Berlín, como cortesía a los siguientes huéspedes.
Salimos a caminar, y nos encontramos con lo que no esperábamos.
CRACOVIA.
Todos, todos, TODOS, tienen que ir a Cracovia. O no, mejor no, así permanece hermosa y sin descubrir.
Caminamos por la plaza y las callecitas, todo era una foto, todo era una postal. Compramos imanes y conseguí unas petacas plateadas que no podía perderme. Para el fernet, claro.
Nos sentamos a comer en un restaurante en la plaza principal, frente a la frente y la catedral.
Nos hicimos los polacos y pedimos un plato que parecía contundente y típico, sin importarnos los ingredientes o contenidos. El mozo puso delante de mí lo que se puede entender como MOLOTOV. Comimos chorizo, niño envuelto, pancakes de papa, papas con salsa de salchicha, pepinos, goulash, pasta rellena y una salsa enigmática color blanco. Nos chupamos los dedos.
Minutos antes de pedir la cuenta, todos empezamos a sentir que eramos poseídos por un dragón. La salsa enigmática era un crema de ajos y cebollas con TNT.
Caminamos hacia el palacio del dragón, con frío y cerrando las cachas. Nos tomamos un helado de colores para apaciguar el monstruo en los intestinos. No sirvió. Por la madrugada, pedos, transpiración, diarrea, eructos, y una atmósfera caldeada. A la mañana siguiente, todos rotos.
Despertamos y fuimos a desayunar, para no perder la costumbre, con el último pedo, tostadas con huevo frito, panceta, café con leche, muffins, que se yo.
Nos subimos al auto, con todas las valijas y partimos hacia Auschwitz y Birkenau.
De nuevo y para no sonar repetitiva, debo decir que cada experiencia es personal. En Birkenau se observa la dimensión de los campos. El tren llegaba directamente con los prisioneros a las entradas de las cámaras de gas. Menores de 15 años judiós, enfermos, mujeres… Todos iban directamente para allí. El campo funciono entre el 40 y el 45 y en noviembre del 44, antes de finalizar la guerra, los SS destruyeron las cámaras y los crematorios, para no dejar huellas de sus atrocidades.
Barracas, torres de vigilancia, restos, derrumbes, monumentos, placas, alambrados electrificados, pozos de cenizas, vías de tren, y el olor. El olor de las barracas.
Brillaba el sol en Birkenau y yo no podía creer, en eso coincidimos con los chicos, todos esos àrboles verdes, los pájaros cantando, el silencio y la tranquilidad del lugar.
Entramos a Auschwitz casi a la una del mediodía, teníamos poco tiempo y no podíamos esperar un guía en español, así que nos dejaron entrar con un guía polaco, al que perdimos 5 minutos después de entrar.
En la entrada de Auschwitz se lee arriba de las rejas, en hierro forjado, la inscripción ARBEIT MARCHT FREI, que significa, EL TRABAJO LOS HARA LIBRES. Sin embargo, al entrar al campo de exterminio de Auschwitz, lo que se les decía a los prisioneros, era que había una salida del campo, y eso era, a través de la chimenea. Las vitrinas muestras toneladas de zapatos, de hombres, de mujeres, de niños, ropa de bebé, cacharros para comer, cucharas, piernas ortopédicas y una montaña de pelo que te hace temblar las rodillas. También muestra una alfombra tejida con pelo humano, que fue analizada y mostró en su adn, partículas de Zyklon B, el gas utilizado en las cámaras.
Una vez leído eso, uno siente que ya es suficiente, que vio todo, que no quiere más y que está listo para irse, pero todavía quedan las stand up cells, las celdas donde el único lugar que había era para una persona de pie, que no puede sentarse ni acostarse… y las cámaras y los crematorios… Todo en pie.
Dejamos Auschwitz en silencio, cerca de las 2.30 de la tarde.
No cantamos en el auto, ni comentamos mucho acerca del tema.
Como dije antes, Sachsenhausen, Auschwitz, son experiencias personales y privadas.
Seguimos en el auto hacia la República Checa, nuestro último punto.
Paramos por unos sanguchitos y unos pises como a las 5 de la tarde, sin saber en qué moneda pagar ni en qué hablar. Con señas se pidió agua para el mate y con señas se pagó. Nos apuramos para llegar antes de las 8 a Praga para devolver el auto y no pagar un recargo. Recargo que pagamos con mucho gusto una vez llegados a Buenos Aires.
Parece mentira lo que voy a decir, pero en Praga nos esperaba un hotel cinco estrellas. Oso 2 tiene hospedaje por convenio y nos regalaron dos habitaciones por dos noches, en el que creo yo, el mejor hotel de Praga.
Comimos en la habitación, todos juntos, en bata.
Finalmente pudimos reirnos y aflojar los 600 kms de incomodidad y ambiente tenso. Tomamos un vino, unas cervezas y nos fuimos a dormir.
Praga.
Nuestro último día descubrió una ciudad hermosa. Los Argentinos salían de abajo de las alcantarillas, pero así también salían los pancitos redondos, la cerveza, el olorcito rico, los edificios históricos, los monumentos, los puentes, las iglesias, las fuentes, las plazas y los tranvías.
Nos sacamos fotos como los chinos. Almorzamos bajo el puente de San Carlos y paseamos por todas las iglesias habidas y por haber, nos comimos algunas porquerías dulces, saladas, frutas, panes, goulash, pizza y salchichas.
Pando y yo volvimos al hotel a descansar y los chicos siguieron caminando hasta tarde. Cuando nos levantamos, fuimos a cenar al lugar más romántico y hermoso que pudiese existir, comida, música y velas. Caminata abrazados y vuelta al hotel.
La mañana siguiente nos levantamos y salimos para el aeropuerto, el único vuelo saliendo de Praga hacia Madrid era un vuelo de Czech Airlines, la aerolínea con la agente de tráfico más malaonda de toda la alianza skyteam. Embarcamos tres en el vuelo y dos quedaron abajo. El Pando se fue, inteligentemente, por British, a Bs As, via Londres.
Los osos viajaron en jumpseat mientras yo ocupé la 34 B, gracias a que un pasajero no se pesentó.
Fergie y Johnny quedaron en Praga, buscando como volver, viendo quien los subía o intentando comprar un ticket desde bs as por medio de algún familiar. Pasaron la noche en un hotel cerca del aeropuerto y embarcaron al día siguiente en el mismo vuelo.
Terminamos el viaje como lo empezamos, los osos juntos, el Pando via Londres, Fergie y Johnny quizás vía Frankfurt y yo, a Madrid.
Muy buen viaje y muy entretenido de leer! Pregunta solamente: ¿Los tripulantes argentinos pueden pedir el jumpseat en europa también? Si es así, eso también se aplica para cualquier línea aérea en cualquier parte del mundo?