Un traje de pony

(Pinche para escuchar)

 

Desde que esta canción llegó a mi, la registré como propia. Fue teniendo distintos significados, esos que nos movilizan las canciones sin saber bien por qué. Al principio, pensé que cuando hablaba de un milagro, tenía algo que ver con mi maternidad, ya que estaba intentando hacerme la idea de adoptar un niño o una niña para agrandar nuestra familia. Con el tiempo, la canción volvió a mutar. Llegó el 2023 y después el 2024 y entonces, mis dos galguitos, se empezaron a tambalear fruto de la edad y los tumores.

Si aún no la escucharon, escúchenla apretando en la primera línea de este escrito, la que dice “Pinche para escuchar”. Verán y entenderán por qué me confundí tan fácilmente en primera instancia pensando en mi corazón que las dos oruguitas éramos Vento, mi perro pony y yo, unidos para siempre, inseparables, transformando nuestra relación en lo que sea que se transformen las relaciones cuando un cuerpo está por dejar este plano y se convierte en otra cosa.

Pero claro, me había olvidado de algo. Mientras me encontraba peleando con la anemia y los tumores de mi perro hechicero, tuve que hacer el pozo para que entraran las 3 patas y el hocico más perfecto que vio este mundo: el de Adela. Y cuando puse las flores sobre la tierra removida, me tuve que encargar de mantener vivo a su compañero de vida y no pude llorar. No hubo tiempo de llorar, despedir, duelar ni imaginar a mi tapita cruzando el arcoiris, porque mientras lloramos y nos dedicamos a sentir lástima por nosotros mismos, la tierra sigue girando y si nos descuidamos, tenemos que hacer pozos nuevos.

Me puse la dura tarea de mantener vivo al pony y cagarme a piñas con la muerte. Decidí que no iba a perder esta vez, porque mi oruguita merecía más que tierra y recuerdo, entonces desafié a las células intentando convencerlas de que no se convirtieran al lado oscuro, de que se quedaran conmigo dándole tiempo al pony. Supongo que durante un tiempo lo hice bien, luché con todas mis armas, cada mañana, cada tarde y cada noche. Con las manos de mis fantasmas en los hombros, lancé el rayo dorado de mi varita hacia el dementor que me quiso sacar a mi perro. Un patronus de tres patas desplegó su brillo y nos regaló dos meses en los que el pony yo nos dijimos de todo. Quizás nos dijimos más en 2 meses que en 2 años, porque a diferencia de los perros, que saben todo, los humanos nos acordamos de vivir cuando nos estamos muriendo.

Ahora, finalmente, ya todos los fantasmas me avisaron que se me está acabando el tiempo con él; me pidieron que deje las armas a un lado y me dedique únicamente a amar. Que sea más perro y menos persona, que me acuerde de oler la piel de mi perro, de acariciarlo y dormir con él, que le cocine lo más espectacular de este mundo sin importar cuántas vacas murieran por ese ojo de bife. Mañana puedo seguir luchando por el planeta, hoy y solo por hoy, el pony me mira con sus ojos vivos y su piel gris, llena de las heridas que lo trajeron hacia mí un 14 de febrero cuando mi corazón roto buscaba respuestas y en cambio recibió gusanos y los ojos más sinceros que ha visto este mundo.

Con temor pero sin culpas, una noche saqué la traba y le abrí la puerta a la muerte. Sentadas sobre una manta doblada en el piso, en silencio, ambas miramos al pony dormir. A mí se me caen las lágrimas, a ella no, pero hay un respeto en el aire por el trabajo de la otra. El pony duerme inquieto, sus patas se mueven eléctricas mientras quizás sueña que aún puede correr, que se muerde con Biti, que corre con Ade o que a mi lado escucha que le digo mientras le rasco los cuartos: “Quién es un pony? Quién es un pony?”, quizás en su sueño chupa una parrilla engrasada o se para en dos patas a comerse una docena y media de medialunas en paquete que dejé en la mesada.

El pony abre los ojos y parece vernos a las dos, nos mira y suspira, entendiendo que ambas estamos haciendo nuestro trabajo, que no es ni más ni menos que esperar que llegue su momento.

Me miré a los ojos con la muerte tantas horas que le perdí el miedo. El traje de perro que viste mi pony estuvo aguantándolo todo para que yo pudiera tener esta templanza, este entendimiento, este momento a solas con la muerte; la que nos quita todo, la que nos deja vacíos, solos; la que nos saca a nuestras abuelas y a nuestros papás, la que nos arranca a nuestros gatos y perros cuando apenas empezábamos. 15 años de amor y una vida entera de tristeza.

El traje de perro que viste mi pony, se está rompiendo todo y ya no le queda. Agujereado, viejo, andrajoso y lleno de fallas está ese traje. Es la muerte quien me dice que el traje siempre le quedó chico y yo llorando abrazada al vestido negro de la parca, le digo mirándola fijo: “Chico y hermoso”. Es entonces que me dejo caer, derrumbada y finalmente le digo al pony que ya se puede ir, que gracias por hacerme entender que mientras yo pensaba que lo rescataba, él me rescataba a mí, y que mientras yo pensaba que luchaba con la muerte, en realidad él estaba aguantando ese traje pequeño y roto, para darme tiempo a mí. Es hoy, cuando escribo estas líneas absolutamente cubierta en llanto y escuchando nuestra canción en repeat one, que entiendo que mis milagros fueron estos dos galgos maravillosos, que fueron mis oruguitas, mis guardianes, mis dragones y mis hijos durante una década y que finalmente, envueltos en sus crisálidas, se alistan para volar a su próximo destino. Vento, mi amado pony, serás mariposa. Volarás lejos de mí porque tu traje ya no podré acariciar nunca más, pero sé que te voy a encontrar en todos esos mensajes de la naturaleza que pasan desapercibidos cuando estamos distraídos con todo aquello que no importa tanto. Gracias por 9 años del amor más sereno y hermoso que he conocido, y gracias por este esfuerzo final para darme tiempo para entender, despedirme, decirte todo y volver a respirar, sin culpa. Gracias por esperarme. Gracias por elegirme y amarme. No voy a pedirte perdón, ni a vos ni a Ade, no hay culpa esta vez. Lo hemos dado todo los tres. Hay que crecer aparte y volver, hacia adelante seguirás.

 

La muerte me mira apoyar mis dos manos en el abdomen de Vento. Mientras mis manos están en él, ella no puede tocarlo. Por las noches, mientras duermo en el sillón del living al lado de su camita, la veo semidormida, la espío de reojo, sé que puede llevárselo mientras estoy distraída. Nos medimos, no somos amigas, pero hemos aprendido a compartir la habitación. Casi no duermo, necesito tenerla vigilada. No me hace bien ni mal, simplemente esta es la mejor manera que tengo de atravesar ésto.

Sé que su mano huesuda está ahí. Al igual que la mía. Muy pronto el pony se irá con ella y me dejarán solo el traje. Está bien.

Los miraré irse por el camino de árboles que tantas veces caminamos él y yo, yéndose juntos. Yo quedaré abrazada al inútil y hermoso traje que alguna vez hubiera usado mi perro, el perro más maravilloso del mundo, y le agradeceré por haberlo vestido y haberle permitido tanto a él como a mí, reconocernos.

Mientras Vento y la muerte caminen por el camino de árboles, yo estaré haciendo un nuevo pozo hecha un mar de lágrimas, para que el traje descanse de su ardua labor, al lado del traje maroncito de su compañera. Mientras le digo al cielo que por favor me lo mande de nuevo con el traje que sea, porque yo lo voy a saber reconocer siempre; veo la mano huesuda salir de la manga oscura y extenderse hacia abajo, el lomo de mi perro se acerca a sus rodillas, caminando de costado y golpeando el cuerpo de quien ahora es su nueva tutora. Los dedos sin carne le rascan los cuartos y yo me sonrío y les digo: Ese es mi pony.

 

 

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Lo que callamos.

(Pinche para escuchar)

 

Me pregunto si somos realmente capaces de conocer al otro. Me lo pregunto porque me asaltó la idea de que lo que creí toda mi vida no es real y que es imposible saber quién es el que está enfrente e intentar preveer qué podría ser o no capaz de hacer. Estamos preparados para entender la complejidad de ese otro adelante nuestro, una pareja, un familiar, un amigo, alguien con quien nos criamos y con quien podemos afirmar que adivinaríamos sus pensamientos. Al principio me resultó preocupante la revelación de que el otro es un completo enigma; pero mientras avanzaba en la teoría de que uno no se conoce ni siquiera a sí mismo, me fui tranquilizando. Te saca ansiedad saber que no hay mucho que puedas hacer al respecto de una situación.

El que está delante de mí, sería capaz de hacer algo terrible? Cuál es su límite? Tiene precio? Sabe cuándo parar? A quién protege? Qué podría llegar a comprometer por proteger algo que considera muy importante en su vida? Cuánto valora su propia vida, cuánto valora la mia?

Las respuestas a todas mis preguntas se manifiestan cuando me tomo un batido exprimido proveniente de un conjuro. Una pócima extraída de los sueños, de las lágrimas, de los secretos, los traumas, los recuerdos, las aspiraciones y los abrazos que no te dieron de chico. Yo siempre creo que lo mio lo cuento TODO. No guardo secretos en mi discurso, no tengo filtros, soy auténtica y digo las cosas sin haberlas pensado antes. No hay matiz. Todos saben de mí, sin vergüenza ventilo mis ambientes ante personas auténticas y redes sociales, sin el pudor del qué dirán. Pero… qué callo? No callo mucho, una cosita o dos. Por qué las callo? Por qué no las sabe mi mejor amiga, por qué no las supo ningún novio, por qué no podría adivinarlas mi mamá ni serán soltadas ni siquiera sin querer en un diván?

Acaso lo que callo me define? O acaso pienso que mis secretos son demasiado para este mundo? Me siento incomprendida quizás. El miedo a que la onda expansiva de mi bomba sea tan grande que yo ya no resulte ni tan adorable ni tan querible. Entonces callo. Y quizás es lo que callo lo que me vuelve indescifrable para el otro.

Sería yo capaz de asesinar a un perro? 100 de 100 dirán que no. Mi conocida labor con animales rescatados me saca de la lista de sospechosos si aparece un perro muerto en el jardín de casa. Sería más factible que votaran por una teoría reptiliana antes que creer que mis manos puedan tener sangre perruna. Sin embargo, y si acaso mis secretos, lo que callo, esconde la verdadera razón por la que podría yo disfrutar con el sufrimiento de un can? Y si mis motivos fueran tan oscuros, tan jodidos y a la vez tan simples…? Todos dirían entonces AHHHHHH… Claro.

Lo que calla el de enfrente, es mucho más terrible que lo que callo yo? Acaso no hemos sido todos y cada uno de nosotros absolutamente vulnerados, traicionados, lastimados, irrrespetados, abusados y maltratados en nuestra tierna infancia por aquellos que admirábamos? Acaso no le tenemos el mismo miedo a la oscuridad, la soledad, la muerte, la intrascendencia, el abandono, el dolor, la incomprensión? Y acaso nuestras reacciones y las consecuencias que ha tenido el trauma en nuestro desarrollo y nuestra personalidad no resulta devastador para nuestra autoestima y nuestra posibilidad de transformarnos en algo que nos conforme, que nos sosiegue y nos deje satisfechos? O al menos, un poco satisfechos.

Lo que callamos, es lo mismo. Tu secreto no es peor que el mio, es simplemente diferente. Para todos nosotros, nuestro infierno es el peor. Nuestra vergüenza es más avergonzante. Pero seguramente, no lo sea. El problema es que nuestro secreto nos vuelve armas, nos vuelve bolas energéticas de extrema peligrosidad, capaces de los delirios más impensados y las atrocidades más terribles ante los ojos de nuestros seres queridos.

El secreto, mata.

 

No sé cuál es tu secreto, porque te lo llevaste.

Te abracé sólo un par de veces y miré a través de tus ojos lo suficiente como para pensar que te conocía. No te conocía, ahora lo sé.

Tampoco me conozco a mí, ahora lo sé. Me defino con una bio nítida y simplista, digo lo que elijo no callar. Pero, lo que callo… lo que digo en chiste como si no fuera verdad… lo que deslizo tímidamente esperando ver la reacción de los demás… Nuestra hermosa cultura del “ahre”, tirarlo pero negarlo cuando en realidad queremos decirlo con fuerza pero no nos animamos.

No tengo idea de qué es capaz el otro. No puedo ponerme en su lugar. Apenas puedo ponerme en el mio. Me da una gran inseguridad que el otro no sea lo que muestra, pero entiendo que no es su culpa. Este problema no tiene solución. No podemos ir por la vida desconfiando de todo aquello que los demás callan.

Lo que sí podemos es decir la verdad. No a ellos. No a todos. No a otro. Pero sí al espejo, sí ahí en silencio. Al ojo propio, a lo que vive adentro nuestro. Que no nos tome por sorpresa nuestro secreto. Que no explote un dia a las 10 de la mañana. No tiene sentido. Cerremos los ojos y digamos en voz alta nuestro secreto. Pongámoslo en papel. Bailemos pensando en él. Que nos quede claro por qué creemos que no lo decimos. Aceptemos por qué callamos.

Ese es el verdadero camino de la libertad.

De otra manera, seguimos presos amigo mio.

Espero que encuentres paz. No me interesan tus secretos. Te abrazo fuerte en cada atardecer y en cada perro.

Hasta que nos volvamos a encontrar.

 

 

 

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Sangre

(Pinche para escuchar tema maestro)

 

Vida y muerte a la vez

permanecer

renacer,

rescatarte, refugiarte

parirte,

siempre tu mirada triste.

Alguien eligió tu nombre

jamás lo pude cambiar

sonaba como correr rápido

y un poco como la libertad.

Tus penas, las mías,

toda esa adversidad,

los abrazos

nuestras sábanas manchadas

verta, tuuli, vinttikoira

me podrás esperar?

Esta maternidad

este cordón

apretar mientras salpicás

desde hace 14 noches

me desangro con vos.

Que si no te salva

no te envenene,

que el pozo espere

tengamos un paseo más.

Nadie sabrá

que en realidad sí te parí

quise quedarme pero me fui.

Conozco una empleada

que fue muerta de pena

incapaz de sanar tus venas.

 

 

 

 

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Quién es un pony ?

Pinche para escuchar

 

Cada vez que escribo, lo anuncio con bombos y platillos diciendo “Volví”; algún fan de las letras me comenta forbichin is back y todos contentos hasta la siguiente entrega, que suele ser en 6 meses. Disculpen, pero eso no es volver. Eso no es volver PARA NADA. De hecho me parece tibio y, dos días después de la “supuesta” vuelta, me siento una impostora.

Cómo sería volver? Volver desde el fango, desde lo más bajo, desde el desamor, la muerte, la completa soledad y la angustia clavada en la boca del estómago; esa que no te deja comer, esa que te recuerda que estás fracasando una y otra vez.

Un costado mío luchó por no volver jamás. Con cortinas color beige y olor a ropa limpia en los acolchados, me acostumbré a ser esta señora a la que las cosas le resultan más o menos bien y  que a las 23 hs ya tiene los dientes lavados y está tapada hasta arriba. Mi otro costado, se niega a lavarse el pelo y a comer bien, se olvida de las reuniones de padres y se sube al avión y se va.

En una pulseada invisible que nadie pudo adivinar, la mano fuerte hizo que la débil tocara la mesa. Vencida, cerré los ojos sabiendo que pintar de beige los muebles no saca el negro de mi alma.

Cavé durante media hora, una hora, la pala se metía en la tierra húmeda y fría y yo me preguntaba cuánto más faltaría. Cuando pareció que ya era suficiente, me arrodillé y la tomé en mis brazos. Me imaginé que el peso de su cuerpo me iba a vencer e iba a caer en el pozo con ella. Todos gritaron, metela con la manta! por miedo a que mi fuerza no fuera suficiente y cayéramos las dos. Me preparé para levantarla y respiré profundo. Me metí en el pozo, que no es lo mismo que caer. La idea era acostarla suavemente, pero no esperé que su cabeza colgara de esa manera, me impresionó. No se por qué. Yo sé que las cabezas cuelgan, todavía podía recordar cómo colgaba la cabeza aquella vez, sobre mi hombro, en ese ascensor pequeñito en el 2013.

La acosté, teniendo especial cuidado con que la cabeza apoyara suavemente, como si importara, aunque no importara.  Todo fue un gran debate entre proteger las formas y decirme a mí misma que da igual.

Da igual.

Pisé la tierra removida con un respeto ancestral. Puse flores y me retiré.

Desde ese día llanto y sangre manchan mi piso día por medio, recordándome que no hay adonde ir.

Y así, de pronto, nada vuelve a tener sentido de nuevo y es entonces que siento que realmente volví.

Sin ganas de destacarme en nada, sin ganas de que nada salga especialmente bien ni de quedar bien con nadie o tener todo listo para no tener que preocuparme después. Simplemente no me preocupa lo que pase, porque la sensación de que todo va a salir mal es demasiado fuerte como para pelearla. Desde entonces, para qué.

Son las 3 de la mañana en Helsinki y llega el examen de sangre de mi perro favorito. Los resultados son los de un muerto vivo y la cantidad de kilometros que me separan de su cuerpo tembloroso y pálido, es demasiada como para hacer algo al respecto. Lloro a las 3 y media, a las 4 y a las 5 y media. Lloro hasta las 7 y finalmente me duermo.

Con la cara machucada, sin haber dormido y sin bañarme; bajo al desayunador de un hotel nórdico que grita con lámparas de moda y almohadones de pana y estampados de animales africanos. Mis social skills están por debajo del nivel del mar. No puedo ni me interesa disimular la daga bajo los sweaters, me sirvo un café con leche de maquina, mientras me desangro camino a mi mesa.

Vuelvo a la habitación mientras todos hacen un walking tour en una ciudad que jamás visité ni visitaré en el futuro.

Mis perros se están muriendo y nada puedo hacer para evitarlo. No puedo salvarlos. No estoy a la altura del final de su vida. Me esta superando la situación de imaginarlos bajo tierra. Me llené la boca hablando de rescates y familia para siempre. Pero esto no es para siempre, estos son 10 míseros años, que no me alcanzan. NO ME ALCANZAN.

Me atraviesa una necesidad imperiosa por no hacer absolutamente nada y dejarme ir. Retirarme con ellos adonde sea que ellos propongan. Mis dos galguitos me llevaron como perro guía a través de una vida en la que no existían los colores ni las aspiraciones. A su lado fue que pude transformarme en la chica de las flores y los cafés.  A su lado fui rascando el pozo hasta llegar a la superficie. No estoy lista para sus pozos húmedos, fríos y definitivos. No estoy lista.

Desde hace años, aprendí a romantizar el dolor, los fracasos, las pérdidas y las pequeñas depresiones. Atravesar el dolor llorando en camas de hoteles, escuchando musica serena y mirando por ventanas con paisajes que daban igual. Le busqué la vuelta a esto de contar las desgracias, porque del otro lado, estaban los pequeños niños Drácula que son ustedes, esperando las gotas de sangre.

Todos somos pequeños niños Drácula.

 

No estoy lista para esta etapa de mi vida.

La niña de las flores y los cafés necesitaba unos años más de risas. Solo unos años más, hasta que mi niño creciera y yo pudiera descifrar qué hacer con tanto amor. Tanto amor.

Sin embargo, mis dragones parecen no tener más fuego y ya no tengo con qué luchar.

A cada minuto siento algo distinto, las voces de mi mente se interrumpen con malas ideas imposibles de llevar a cabo desde Helsinki. No encuentro un lugar pacífico que reconforte por dos segundos seguidos el barullo que pareció instalarse en mí.

 

De pronto, una idea horrorosa me asalta. Como una poesía temblorosa y agonizante, el olor de Adela emerge atravesando tierra, pasto y piedra y envolviéndome en un velo oscuro como una cachetada. Mientras me esfuerzo por retenerla, mirarla, abrazarla y agradecerle; ella solo quiere dejar su mensaje. Vento acostado en una cama manchada de fluído marrón, dormita con la boca entreabierta y los ojos en cortocircuito. Está soñando. Patea. Ella lo rodea por completo y él parece serenarse. Desde mi posición, mis 2 galguitos vuelven a estar juntos por un momento. Caigo de rodillas ante la hermosura del cuadro. Ella rasca una vez, dos veces, y se acurruca al lado de él. Lentamente se empieza a esfumar la imagen de mi renguita y solo queda él. Y entonces creo entender.

No estoy lista y nunca voy a estar lista para la partida de mis animales, de mi amada familia de 4 patas; pero voy a acompañar tu duelo, mi querido pony. Voy a acompañarte hasta tu último suspiro y tendrás mi amor incondicional y mi abrazo, estés donde estés. Siempre serás mi perro hechicero, el que me sacó del pozo, el que me devolvió al amor. Si quieren estar juntos, así será.

Acá estoy mi bb, por todo el tiempo que quieras. Te abrazo por la eternidad de nuestras almas.