(Pinche en el título y escuchará)
Hace unos meses que me dedico a leer y no a escribir.
Terminé los dos últimos libros que compré y este fin de semana terminaré el tercero. Leer da perspectiva, está bueno. Hacía tiempo que no compraba libros.
Escribir? Poco y nada. No porque no lo intente sino por las distracciones.
El maldito facebook. Se te va la vida, te lo digo. Se te va la vida viviendo las vacaciones de los otros, saboreando la torta de cumpleaños de un cumpleaños de alguien que no conocés en el que etiquetaron a un conocido, tratando de ver qué tan flaco estaba el perro en la foto del “antes” cuando recién lo rescataron… se te va la vida.
Y cuando cambio de ventana y veo el papel virtual en blanco, solo puedo pensar en las pavadas que acabo de ver como las imágenes naranjo-mecánicas que le obligaban a ver a Alex… y de escribir, nada.
Sin entrar en demasiados detalles, les cuento que intento preparar una suerte de “poema” para representar en un combate de poesía oral que se hace una vez cada determinada cantidad de tiempo. El evento es soñado. Es esa clase de lugares y situaciones que recordaremos cuando el tiempo haya pasado y lo hayamos perdido. Yo lo sé. Me veo en unos años, en algún momento amargado de mi vida diciéndole a algún cómplice: “Te acordás del Slam?” y el escalofrío recorriéndome la espalda afirmará que “esas” fueron las buenas épocas.
La cuestión es que el “poema” está escondido en alguna bendita parte de mi ser, se gesta en silencio y cámara lenta y no hay manera de apurarlo. La idea general se mostró de manera sencilla y natural, pero en cuanto empecé a hurgar se cerró como los culos que describe Posca. Intenté tentarlo con manjares y promesas pero allí se quedó, en un rincón de mi casa; siendo custodiado por mis celosos gatos y muchos almohadones de lunares.
En una hora me pasan a buscar. Es la 1.09 y a las 2.10 el auto estará abajo.
Estoy en piyamas en el cuarto de arriba escuchando MAPS en repeat one, esa es la modalidad de escritura: elegir un tema y ponerlo en repeat one hasta que termine el Post, de esta manera, no hay sobresaltos y se mantiene un clima. Sólo así puedo escribir y es por eso que les publico las canciones con las que escribo.
Me voy de posta a Neuquén. Una ciudad que debe ser probablemente hermosa; pero a la cuál no le he dado aún una oportunidad. Trato de no quejarme de las postas y de no ser una ingrata, pero en días como hoy, preferiría quedarme en casa.
Tengo cosas que hacer. Tengo que escribir. Tengo una familia adoptiva a la cuál alimentar y pasear. El hecho de dormir dos noches afuera requiere de varias personas que cumplan las funciones que yo debería cumplir. Mi perra se va a dormir a otra casa donde la pasean y alimentan y los gatos son visitados, dos veces por día, por una segunda persona. El lunes por la mañana estaré de vuelta y todo volverá a la normalidad.
Pero me pregunto… ¿Qué pasa en casa cuando no estoy? ¿Es acaso esta sensación de imprescindibilidad sólo parte de mi ego? ¿Realmente me extrañan? Quizás al cerrarse la puerta de casa ellos respiren aliviados pensando… al fin…
Todavía no armé la valija. Tengo datos de que en Neuquén hace un grado bajo cero. Probablemente lleve el libro, varios tés verdes, el jogging, un buzo y una gran campera. Otra vez Neuquén no tendrá su oportunidad; estaré demasiado ocupada intentando abrir un documento de texto y pensando si serán reales las tetas de la chica de remera blanca de la fiesta de cumpleaños del primo de una compañera de la secundaria. (etiquetada)
Me quedan 50 minutos.
Ojalá me hubiera sentado antes a escribir y no hubiera perdido el tiempo.
Tengo tanto para decir.
La perra duerme en la cama que está en este cuarto, el cuarto en el que escribo.
Los gatos duermen abajo, bajo las lámparas encendidas que los mantienen calentitos.
En Neuquén, un grado bajo cero.
Mientras armo la valija, todos bostezan.
Mientras me baño, se lamen las patas.
Cruzaré la puerta mientras escuchan las ruedas de mi valija como un sonido ajeno y familiar a la vez.
En Neuquén un grado bajo cero y una mujer en una cama de hotel en el que se han acostado cientos de personas. En Neuquén, un té verde que se enfría mientras una mujer piensa con los ojos llenos de lágrimas en los bostezos de sus gatos, en si la perra tendrá frío, en si su amante sentirá la cama demasiado grande…
En Buenos Aires el agua sale por la canilla cuando alguien la abre.
Los perros cagan en las plazas y los gatos rascan sus piedras.
Los únicos que nos sentimos solos en los hoteles, somos nosotros.